domingo, 21 de febrero de 2021

EL DESENCANTO.

 EL DESENCANTO. 


Tenía yo un familiar que había nacido con un problema, una tumoración  que producía dificultades físicas  y dolores terribles, mucho sufrimiento veía yo en aquello que le afeaba la cara y embellecía su corazón.   

Yo la recuerdo siempre con mucho cariño, recuerdo su figura descompuesta y de caminar difícil , en aquella casa grande con mas sombras que luces  y sobretodo su sonrisa que me dedicaba, aquello me agradaba, aquella persona me daba cosas con aquella sonrisa que ahorita vuelvo a ver y recibir.


Recuerdo que nunca salió de casa, permaneció enclaustrada dentro, su vida era permanecer dentro, no podía trabajar, no estaba en salud, no podía hacer nada. En una de las veces, llegué y conté que había estado en el mar, ella sonrió y me preguntaba, que le contara, y yo le contaba, y ella ponía mucha atención,  expectante como un niño cuando le cuentas un cuento, como queriendo ver, sentir,  porque ella no conocía el mar, y oyendo el relato  su cara era de sorpresa y de maravillarse, gozaba viendo a su manera y a través de mis palabras, lo que era el Mar.   Nunca llegó a conocerlo, murió joven.


Cuando recuerdo aquello y veo como transcurre la vida de cada quien, y las conclusiones que se sacan a diario por todos en cualquier parte del mundo, pienso que fue mejor que aquella persona no hubiera conocido realmente el mar, mas que por mis palabras.  Se llevó su mar.  


Lo contrario hubiera sido desastroso, hubiera visto esas amplias  y lindas playas, el sol en lo alto, aquel mágico ir y venir incansable del agua formando grandes olas, mediana y pequeñas, azuladas que estallaban en espumosa alegría a la orilla,  y volver y volver,  repetitivo movimiento natural interminable desde dentro hacia afuera. 


Hubiera podido caminar por la suave arena blanca humedecida con sus pies descalzos acostumbrados a otros suelos,  sentir aquel suave placer, aquella agradable y única sensación de pisar  la arena. Se hubiera tostado un poquito al sol, seguro que hubiera sonreído, reído, maravillada viendo aquel espectáculo de la mar en movimiento viniendo hacia ella a la orilla, pero también creo que hubiera metido los pies en el agua, las manos en el agua, y con la palma ahuecada hubiera querido retenerla en sus mano, y degustarla tan bella como la miraba, entonces, bruscamente el liquido bello, lindo en el mar, hubiera sido rechazado sin duda, tras comprobar en su boca  que era agua salada.  

Así que yo digo,  que fue mejor que se fuera con su imagen y concepto propio de su mar, al menos con su mar no sufrió desencanto.



Roberto González G,

sábado, 20 de febrero de 2021

ANOCHE VINO.

 Roberto González G

20 de febrero de 2021



ANOCHE VINO.


Anoche vino, yo la esperaba, llegó como siempre con la perfección de la circunferencia y su brillo arrullador en la inmensidad del firmamento. Parecía sola pero era una sensación nada más, yo la esperaba con ansias, e inmediatamente calmó esos sentires  horribles de que como que se le fuera a uno la vida, el vacío en el estómago, el corazón que se desboca. 


Surtió el mágico efecto y todo quedó en silencio, y con la serenidad de una laguna. En aparente soledad ambos, brotó la conexión y la plática sin palabras, en soledad buena, la soledad feliz, esas soledades que producen, esas que hacen vivir la perfección de la vida, la fuerza y magia que anula toda otra existencia, Ya solo la luna Bella y mi corazón grande y limpio, el amor, la única forma digna de vivir. 


Ayer volví a encontrarla y supe que volverían de nuevo las historias fantasiosas , increíblemente reales del pasado, la luna y yo. 

Ella seguirá eternamente, mi camino es ya corto, pero cuando me vaya la llevaré metida en el alma. 

Mi amiga que me alerto sobre ella, sonreirá al leer estas líneas y se dirá  ¡Vaya Ud. con Dios y con ella!


Huelva.

20-02-2021.


viernes, 19 de febrero de 2021

MI LUNA SIEMPRE

 MI LUNA SIEMPRE.

Siempre me ha gustado la Luna, desde niño, me atraía, me embelesaba y allá en las aburridas y negras noches del fresco pueblo de Matagalpa, me quedaba ratos mirándola desde abajo, y algo bueno debía sentir porque me gustaba, me sentía a gusto, me aliviaba, pensaba que era un niño loco, que estaba enamorado, y mis fantasías con la luna florecían espontáneas y bellas... aquello pasó porque el corazón inconstante la dejó un poco de lado para admirar otras estrellas más cercanas.
Y desde que una amiga en tierras lejanas, al conocer mi horóscopo, mi fecha de nacimiento, me dijo y de eso parecía saber mucho, que ella, la luna me dominaba, que era dueña total de mi voluntad, desde ese mismo momento, me sentí cambiado, me siento atrapado.
Sigo teniendo la misma relación con ella, los mismos amores, los mismos afectos y efectos, pero ahora me siento desde que esa amiga me abrió los ojos y me contó que era mi ama y señora, me siento mucho mejor porque descubrí que no era yo el culpable de mis desvaríos en mis caminos de vida, sino ella, la luna.
Ahora ya puedo dormir con tranquilidad de conciencia y alma blanca. Así sigo caminando día a día, hasta que el Padre Supremo, el amigo infaltable, el que todo lo mira y el que todo lo sabe, me lo permita.
No obstante hoy la esperaré junto a mi ventana, cuando ya la noche adquiera su plenitud y ella vuelva a visitarme, para hacer, para sentir lo mismo que cuando era niño.

Huelva.
19-Febrero 2021.

lunes, 1 de febrero de 2021

EL QUE QUIERA VER QUE VEA.

 Roberto Gonzalez G

1 de febrero de 2013

 

 



Llegué al hospital, en visita no de médico, sino de amigo para ver a   uno muy querido y compañero de largo tiempo, que hace 3 días sufrió el envite de la Traicionera, sufrió un Infarto de Miocardio. 

Pijama Azul Celeste como el cielo, sentado en sillón  reclinable, junto a la cama con sábanas blancas, su apariencia era buena, sus gafas gruesas, metidito en carnes sin parecer obeso, ya estaba perdiéndolas allí, lo percibí ligeramente más delgado, una cosa que uno primero  veía en este buen hombre, era su mostacho característico de toda su vida, grueso, negro de extremos enrollados, luego sus anteojos con sus ojos y luego todo lo demás.  Plácido, con buen aspecto, no parecía que acababa de pasar un amargo drama,  quise ver también su alma tranquila, luminosa, en paz y sonrió al verme. 

El es hombre de sonrisa fácil siempre, hoy también. Consciente de lo que había ocurrido recién.


El acudir al hospital tras 2 días de molestias, y  tal como fue la secuencia de los hechos y me lo contó, fue parece,  y  a la vista general, casual o por sentido común. 

Yo interpreto que Dios intercepto la llamada de la Siniestra Muerte, quiso que esta buena persona tuviera otra oportunidad, todavía no era su momento y le ha permitido seguir con nosotros.


 Durante mi visita, me pareció entender que él había experimentado la frialdad del soplo de la muerte, y había comprendido todo. 

 

Siento ganas de contar esto porque hace varios años, charlando de cosas varias en días de viaje profesional  surgió el tema de Dios y sus acciones ante las injusticias del mundo que le achacan .  Me negaba el hecho de la fe, la existencia divina y se complacía en que yo pudiera tener certeza y el no.


Le Aconsejé que pidiera con sinceridad profunda y le sería dado,  incluso sin pedir le iba a llegar.  


Dios nos da la respuesta cuando y como considera mejor. “Te llegará le dije”. 

Han pasado varios años de aquella charla, la respuesta  ha llegado ahora. 

Sé que mi amigo, igual que sintió la fría muerte rondando sus costillares, percibió el calor divino, que lo cubría y le señalaba, que todavía no era su hora.


¡El que quiera ver que vea!. 


Yo, hoy me he alegrado infinitamente de que siga con nosotros con más luz en su vida. Y agradezco a mi Dios, por mantenerme en salud.

martes, 26 de enero de 2021

EL VIRUS NOS DESNUDA. Reflexión.

 

                         EL VIRUS NOS DESNUDA.

Con la época de pandemia y todo lo que la acompaña, uno no tiene mas remedio que resistir, establecer barreras para que no llegue el bicho asesino, y confiar, cosa que es difícil en los políticos y gestores que dirigen el combate, nuestras vidas han cambiado y seguramente para siempre, probablemente todavía no sepamos cómo y en qué medida.

Ayer supe que una Mujer ejemplar, una Doctora, de esas personas luchadoras, buenas en su vida y en su profesión, de esas que lo dan todo en  su vocación de médica, de servir al prójimo, que pocas veces se alteran y siempre tienen una palabra amable, de comprensión y alivio para el que sufre, para el que lo necesita, un gesto de apoyo para el que se lamenta,  ánimos para los amigos en momentos bajos.   

Supe como digo que había sido infectada por el coronado virus,  que la atacó junto a su familia.  Todos están bien, ella está bien.  Incluso vacunada con la primera dosis el virus le llegó,  salió positiva en el test de detección.  Y con fuerza y serenidad suficiente aguanta el envite del bicho, pero hay otros bichos a los que no pudo resistir, esos bichos son seres humanos, que haciendo sus labores dentro de un hospital, lo hacen de tal manera que sería justo que en lugar de trabajar en salud, debieran hacerlo en un taller de mecánica, con vehículos de hierro, latas y  caucho, con esos no habría problemas, y no estaría yo escribiendo esta nota.  

Los animales tienen sensibilidad, y el ser humano todavía más aunque en algunos casos tengamos dudas de que así sea.


Hablé con mi amiga, que se encuentra asintomática y espero que así siga, hasta superar la infección ella y su familia.  La vi normal, tranquila por su enfermedad, pero cuando a medida que me iba platicando, me habló de como se sintió tratada, se le encogió no digo el ombligo,  sino el alma y sus ojos se humedecieron,  sus palabras se entrecortaban, el sonido tembloroso de su voz me indicaba momento delicado no grato, porque a pesar de que todos los que trabajamos con pacientes que pudieran estar infectados, tomemos las medidas preventivas,  no deberíamos dejar de tratar a las personas humanamente, sino con más delicadeza aún si cabe, y con más comprensión, sabiendo que gestos o palabras, a veces hacen daño al alma más que el dolor que sientes por la propia herida, u enfermedad.  

El dolor físico se resiste mejor cuando no tenemos el otro, sentí pena de percibir como el ser humano deja en ciertas circunstancias  de serlo. 


Dr. Roberto González G

viernes, 25 de diciembre de 2020

FELIPITO, DON FELIPE. Cuento

Felipito, Don Felipe.

El chico tenía unos 7 años allá por los años 60, por ese entonces vivía en la Bella ciudad de León, Nicaragua. Sus padres lo había encomendado al primo profesional que le tenía cariño y podría darle mejor oportunidad para el futuro. El inicio y adaptación fue duro pero rápido y pronto el chaval aprendió a manejarse en casa propia pero ajena. Un personajito sacado de su contexto, pueblo pequeño de montaña, tímido y  apenas viveza para lo elemental,- Todavía no había aprendido en la calle-. Morenito, flaco pelo de cepillo le decían algunos adictos a la broma  y a reírse de otros. 

 Fue a vivir al barrio San Felipe, frente a  lo que un día muy lejano había sido la antigua fábrica de vidrio, la calle sin pavimentar era rica en polvo y tolvaneras de cuando en cuando, con nivel inferior a las aceras, no permitía jugar en la calle como si hacía en su pueblo del norte. Eso no lo había visto nunca, ¡ Se oscurecía el barrio y la ciudad, y cuando se formaban aquellos impresionantes remolinos de polvo fino, zigzagueando a baja altura para luego ascender hacia las nubes, llevándose dentro dando vueltas y vueltas, algún perro callejero, gallina o chanchito despistado, le parecía al chico una curiosidad magnífica de magia verdadera y natural, torbellinos mágicos, visión disfrutada por el chiquillo enmascarado con pañuelo azul grande de esos que como toallas servían para secar el sudor que hace en la ciudad, luego corría como los demás a resguardarse a la casa. 
 
Asistía a una Escuelita, cuyo nombre recordaría siempre, "Jose Antonio Montalvan"  a escasos metros de la Iglesia de San Felipe, una de las muchas que aún se mantienen en la ciudad colonial.  Los conquistadores como todos, suelen dejar su firma, el símbolo de su poder , y en este caso  las numerosas iglesias constituían la firma de la iglesia católica, sembraron la ciudad con las casas de Dios, a la vez que dejaban historia y arte, dicen las lenguas que más de cuarenta en esta ciudad donde entregó el alma al creador el  poeta universal.  
El chico se aclimató y gozó de esa ciudad y de su mar bravo, Poneloya.

Uno de los días, regresando de la escuela, por algún motivo corría hacia su casa, otros se habían quedado atrás. Llegando ya, a unos metros del refugio, sobre la acera propia de repente con el empuje de la carrera se empotró literalmente contra una chica morena de rasgos finos y delicados, media melena, blanca su blusa, a cuadros  azulados su falda con paletones, zapatillas negras finas planas, sus ojos, sus ojos eran negros profundos, intensos, Felipito Martinez fue paralizado, levitaba ante  la virgen María con toda su luz, su rostro iluminado y paralizado, con dulzura imaginable, su mirada y todo él  fijado como si de un cuadro de Zurbarán se tratara, admirando a la chica del encontronazo, y así sintió por dentro.

A ella le dio por sonreír y decir, " Chavalito te vas a matar" y sonrió, él seguía alelado, escuchando un grandioso aleluya, cuando fue tocado por ambas manos de mujer en los hombros, sosteniéndolo unos segundos, que para Felipito fueron eternos. ¡Debes tener cuidado! lo apartó suavemente, delicadamente, y siguió su camino.
Quedó conmocionado con el encuentro, sintió por primera vez en su corta vida una sensación rara, la lengua se le secó como en desierto, se le vació el estómago, su corazón galopaba, sumido en silencio mientras la veía alejarse hasta que  desapareció en la distancia. 
Felipito entró en un estado de alelamiento  inexplicable, a sus familiares que lo vieron entrar en casa como raro, como agitado sin estarlo, con comportamiento no habitual,  les llamó mucho la atención,  él  comenzó a soñar, sueños felices debían ser porque sonreía a menudo sin venir a cuento, se había vuelto bobo, y cuando le preguntaban, no sabía responder pero sonreía y sonreía con expresiones felices. Los adultos de la casa, lo miraban raro  y centraban sus ojos siempre en él y procuraban saber los motivos de esa felicidad.  Con los días se cansaron y dejaron de ponerle atención y preguntarle, pero tiempo más adelante terminarían sabiendo porqué, aquel cambio... y se lo decían cantando, "Felipito está... Felipito está.... "  y reían.   A él no le importaba, solo soñaba despierto.

La rutina de su vida continuó y la escuela también, pero ya no regresaba tarde nunca a casa, salía de clase y se iba corriendo al hogar para dejar los cuadernos y apostarse en la puerta de la calle,  su espera era corta porque unos minutos después la morena con la que había tropezado días atrás, con libros abrazados caminaba hacia su casa con andar balanceado bonito, sobre la misma acera alta donde él,  apostado la venía venir desde lejos, sus ojos brillaban, su respiración se aceleraba, su corazón palpitaba a medida que la morena se iba acercando, sin que el chico le quitara los ojos de encima, no se daba cuenta que estaba siendo descarado.  Las primeras veces pasó inadvertido, pero luego la chica se dio cuenta que siempre estaba allí, sieeempre estaba allí a la hora en que ella pasaba, y uno de los días le dirigió la mirada y le sonrió levemente.   Aquel día el  chaval se transformó en un ángel alado, volaba sobre nubes, y nada existía en su mundo más que él, sus sensaciones  y la cara de aquella chica estudiante que todos los días pasaba junto a su puerta y que él tenía la dicha de poder ver unos segundos... Con solo eso su felicidad se completaba.  En casa lo notaron, siempre dispuesto, todo lo hacía con gusto y alegría, los mandados y encargos eran hechos sin protestar y con muchísimo gusto y diligencia, siempre alegre, cada noche se dormía contento, se iba al colegio contento y regresaba contento a la carrera a casa para ponerse a tiempo en aquella puerta amarilla a verla pasar. 

A medida que pasaban los días, la chica al pasar le sonreía bonito y el Niño también lo hacía con timidez,  no le permitía a sus ojos parpadear cuando ella estaba pasando, esos ojos felices parecían engrandecerse y penetrar el alma de la adolescente quinceañera.   Uno de los días habló y le dijo; Adiós,  y él,  feliz respondió Adiós, sintiéndose como un paloma que en vuelo bajo, le infundieran vida, fuerza, elevándose más y más hacia las alturas, su vida era bella, vida que se llenó  interiormente con ese Adiós al pequeño protagonista.   

En otro de los días, ella le preguntó " ¿Quieres acompañarme?"  el chico abrió mucho los ojos ante la voz  y dijo ¡Siiii!  y  caminó a su lado dejando la parte interna de la acera para ella, ella le preguntó su nombre y le dijo el suyo, María Egipcia,  "María Egipcia", aquel nombre quedó grabado para la eternidad en la memoria del muchacho,  Felipito me llama todo el mundo respondió, y así siguieron los días,  él la esperaba y la acompañaba, y aumentaron las confianzas, a ella le divertía lo que veía y advertía,  le hacía gracia lo que sucedía y lo miraba con bondad y simpatía, le sonreía mucho, él la miraba con devoción y sentimiento inexplicable, sentimiento que le trasmitía cada día sin hablar,  al acompañarla los cientos de metros hacia su casa, era feliz, era feliz su camino, su acompañamiento. 

La vida y destino de Felipito, quisieron que cambiara de ciudad y regresara al pueblo de Matagalpa, y sufrió, sufrió y lloró una despedida, en su ultimo acompañamiento se le confesó y ella lo despidió con un beso en la mejilla, aquello aminoró el pesar y dolor y así, así...luego con el paso de los días fue desapareciendo ese sentir a flor de piel pasando a plano más profundo y menos molesto por la pérdida, pero no la persistencia del recuerdo de María Egipcia, la morena de ojos negros de la calle San Felipe.  

Pasaron años hasta que volvió a la ciudad ya en etapa universitaria, y buscó, buscó por donde había vivido y fuera,  busco en el Barrio, preguntó en la venta, en la panadería frente a la casa de ella, en el salón de belleza y muchos lugares más.   Supo que se habían cambiado a otro barrio y no supo más.   En el tiempo que permaneció  en la ciudad, siempre que caminaba por las calles, iba alerta a ver si podría reconocer a alguien que fuera ella, incluso algunas veces decía su nombre en voz alta, ¡María Egipcia! en lugares concurridos, atento a ver si alguien volvía la mirada, el año de permanencia en la ciudad universitaria, era su costumbre la búsqueda infructuosa, y pasando el tiempo este adolescente se marchó a Europa, desde donde regresó al país con un título profesional y años sumados sin que aquel recuerdo lo dejara. 
Durante más de 40 años en los que regresaba a su tierra, cada año siempre habían un par de días, en que gustaba de regresar en solitario a León, su León querido, deambular por sus calles, con sus recuerdos, por el barrio y fuera del barrio donde le había surgido por primera vez, la mejor y más fuerte conmoción interna que experimentan las personas,- El petate le había sido movido por una morena del barrio San Felipe de León-Nicaragua.  Y  aún seguía de cuando en cuando,  haciendo cálculos de edad para buscarla, veía grupos con mujeres, mencionaba con voz fuerte y clara "María Egipcia", nadie voltea a ver... y así, así cada vez, año con año que regresaba a Nicaragua, repite la operación, y allí sigue con aquel nombre María Egipcia, aquella imagen de su cara linda como la virgen negra, imborrables en su mente.

Ahora ya mayor  Don Felipe, de caminar lento, ajada su piel con el  cabello débil, blanco-gris deslustrado,  enfilando el otoño, y rumbo al  invierno y final de su existencia, cada año sintiendo como aquel niño que fue, que anduvo las etapas de su vida por diversos caminos, y por fin percibiendo cercano el punto de alzar  el vuelo definitivo, cada vez que regresa a su tierra, vuelve a su León querido y busca y busca...por las calles  del barrio, por las calles de la ciudad el milagro de encontrársela...



RGG.
Huelva 24-diciembre-2020.


domingo, 13 de diciembre de 2020

Buen Día, mal día.

 


                                                        "FEO O BONITO".


Ayer llovía, el cielo era grisáceo claro y oscuro, hacía frío, y no se oía mucho ruido fuera de casa, la imagen que siendo bella, nos parecía fea, mal día dijeron muchos... Alguien desde Matagalpa me indicó algo y vi como se transformaba para mi en un día en que el cielo había dejado de llorar, el manto del sol acariciaba nuevamente la tierra y la vida, masas multiformes algodonosas blanquísimas habían terminado de complementar el intenso azul de las alturas.  
Los días nunca son feos ni bonitos, eres tú quien le trasmite tu fealdad o belleza a la Naturaleza, a la vida.

Encuentra en Dios la paciencia y el camino para tener solo los días que quieres tener.


Dr. Roberto Gonzalez G.

Huelva13-12-2020

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