EL DESENCANTO.
Tenía yo un familiar que había nacido con un problema, una tumoración que producía dificultades físicas y dolores terribles, mucho sufrimiento veía yo en aquello que le afeaba la cara y embellecía su corazón.
Yo la recuerdo siempre con mucho cariño, recuerdo su figura descompuesta y de caminar difícil , en aquella casa grande con mas sombras que luces y sobretodo su sonrisa que me dedicaba, aquello me agradaba, aquella persona me daba cosas con aquella sonrisa que ahorita vuelvo a ver y recibir.
Recuerdo que nunca salió de casa, permaneció enclaustrada dentro, su vida era permanecer dentro, no podía trabajar, no estaba en salud, no podía hacer nada. En una de las veces, llegué y conté que había estado en el mar, ella sonrió y me preguntaba, que le contara, y yo le contaba, y ella ponía mucha atención, expectante como un niño cuando le cuentas un cuento, como queriendo ver, sentir, porque ella no conocía el mar, y oyendo el relato su cara era de sorpresa y de maravillarse, gozaba viendo a su manera y a través de mis palabras, lo que era el Mar. Nunca llegó a conocerlo, murió joven.
Cuando recuerdo aquello y veo como transcurre la vida de cada quien, y las conclusiones que se sacan a diario por todos en cualquier parte del mundo, pienso que fue mejor que aquella persona no hubiera conocido realmente el mar, mas que por mis palabras. Se llevó su mar.
Lo contrario hubiera sido desastroso, hubiera visto esas amplias y lindas playas, el sol en lo alto, aquel mágico ir y venir incansable del agua formando grandes olas, mediana y pequeñas, azuladas que estallaban en espumosa alegría a la orilla, y volver y volver, repetitivo movimiento natural interminable desde dentro hacia afuera.
Hubiera podido caminar por la suave arena blanca humedecida con sus pies descalzos acostumbrados a otros suelos, sentir aquel suave placer, aquella agradable y única sensación de pisar la arena. Se hubiera tostado un poquito al sol, seguro que hubiera sonreído, reído, maravillada viendo aquel espectáculo de la mar en movimiento viniendo hacia ella a la orilla, pero también creo que hubiera metido los pies en el agua, las manos en el agua, y con la palma ahuecada hubiera querido retenerla en sus mano, y degustarla tan bella como la miraba, entonces, bruscamente el liquido bello, lindo en el mar, hubiera sido rechazado sin duda, tras comprobar en su boca que era agua salada.
Así que yo digo, que fue mejor que se fuera con su imagen y concepto propio de su mar, al menos con su mar no sufrió desencanto.
Roberto González G,
Hola Roberto,en esta narración me remontó a las palabras y me pasan las imágenes del relato. Gracias por lograr esta magia de vivirlo.
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