jueves, 25 de junio de 2020

EL TULIPÁN ROJO. Cuento.




EL TULIPAN ROJO


Le dije tengo sueño me voy a la cama. Allí me esperas contestó ella…

Fue una noche cualquiera, cuando a eso de media noche nos fuimos a dormir, me encanta dormir al ladito de mi reina, y  más  cuando el tiempo se invade de calores, ella duerme ligerita de ropa, no como en invierno que suele envolverse y envolverse en mantas, mantas, y más  mantas.  Ella padece de frío,  yo soy más caluroso,  en tiempos de canícula de agosto acostumbramos a dormir desnudos.

  

Nada mas tendernos continuamos lo que había comenzado en el salón, nos besamos delicadamente a media luz, para poco a poco embebidos en la penumbra aumentamos la intensidad dibujando los cuerpos con labios trasmisores de pasión, nos lamíamos y olisqueábamos como poseídos por poderosas feromonas imaginarias, nos tocamos, acariciamos con manos que decían cosas que solo el otro era capaz de entender. Poquito a poquito, fuimos entrando en la maravilla de nuestra sexualidad embebida de amor, en ese torbellino de sensaciones musicales, táctiles, olorosas. Fiesta de los sentidos que te saca de la tierra, te entretiene en el paraíso y te eleva a los cielos. Ambos solitarios en el universo envueltos en placer intenso e inolvidable.  

 

Cuando las sensaciones empezaron a caer como caen las hojas de los árboles en  otoño, abrazadas por el viento en delicado y suave vaivén, así caíamos en el desfallecimiento orgánico, relajados en la cama muda, en el lecho cómplice. Instantes pasaron, seguía yo observando aquel cuerpo con enamorados ojos, y en desplazamiento lento recorrí de nuevo los caminos a todo lo largo, acariciando con la mirada y manos delicadas, centímetro a centímetro hasta las suaves prominencias de sus caderas , para continuar hacia otras más altas, tiernas al tacto, aspirando profundo por la nariz aquel olor que se prologaba del momento apoteósico de dos que se habían amado. 

 

Y así fue aquella noche, cuando de  pronto me encontré en lugar desconocido, era una placita pequeña de mercado de pueblo pequeño, de calles empedradas, ubicado no sé donde…….era aquel lugar mezcla de lugares.  Viandantes ofrecían sus productos, mientras caminaba anodino, observaba  lo que se vendía alegremente. 


Me detuve en un stand que ofrecía flores, eran llamativos los colores y diversas las flores ofrecidas.   Mi vista se clavó en un lugar, ocupado únicamente por tulipanes,  me acerqué para apreciarlos mejor. Tulipanes, flores milenarias, procedentes de Asia central y oriente, que huelen a nueces y que su elegancia las hace  flor preferida de la primavera.  


Quedé absorto  sintiendo en mi estómago un malestar, -Algo debí de comer la noche anterior que no me ha sentado bien me dije -, pero no, era otra cosa.

Mi estómago  estaba repleto de mariposas .   Cuando vi aquella flor, el tulipán, la única entre todas que tenía ese color rojo encarnado, hermosa, grande, y con algunas gotitas de rocío sobre ella.  Mi estomago iba a darme un disgusto, sentí que las mariposas se movían cada vez más intensamente dentro de mi barriga, quedé extasiado ante el tulipán rojo que veían mis ojos. Y de pronto, una mariposa de color rosa pastel con lunares marrones y violáceos en el borde alado, salió por mi boca y se posó en el tulipán que ocupaba mi atención.  

Había mucha gente mirando, comprando, pero nadie parecía estar viendo lo que yo.  Me quedé embobado, ignorando todo aquel gentío, y tras unos minutos,  aquella mariposa que se transformaba, en múltiples colores y formas, en un espectáculo de luces, ante mis ojos aleteaba sobre el tulipán rojo.  


En un momento se alejó del tulipán rojo y yo me sentí impulsado a seguirla, se detenía, observando si era seguida, luego proseguía su vuelo a media altura, yo la seguía con la vista, con mis pasos cada vez más ligeros, con mis carrerillas tras ella para no perderla, por aquellas calles antiguas, estrechas, desoladas. No había nadie en el trayecto, y allí estaba yo, como loco persiguiendo una mariposa que cambiaba su coloración a instantes, ella parecía conducirme a algún lugar, por un sendero hacia las afueras del pueblo.  

Lo que vieron mis ojos, no puedo describirlo con justicia, tanta belleza a la luz del sol y cielo azul, todo esplendor en aquel campo coloreado por miles y miles de tulipanes, rojos, amarillos, blancos, verdes, azules, violetas, rosados, malvas, morados…  Ordenados con exactitud matemática, grandes hileras de diferentes colores, tonos brillantes.   Habían senderos estrechos entre un grupo y otro por los que se podía caminar, correr.  El aire olía a nueces.

 

La Mariposa  volaba, daba vueltas y vueltas, entre tulipanes de todos los colores imaginables, no estaban allí las  5000 especies, pero si eran muchas, y  siempre se regresaba al grupo de tulipanes rojos, los más bellos de todos. 


No percibí en el momento exacto en que bajo aquel cielo azul celeste, la mariposa se fue transformando en cada vuelta que daba, entre luminosidades, reflejos, burbujitas, multicolores, en una bella mujer, cuyas alas de mariposa, ahora blancas con pintitas rosas, violetas, dejó ante mi vista… y   ¡ohhh! sorpresa mía, reconocí aquella figura, aquella cara, aquel cuerpo, aquellas manos, aquellos pies, una preciosidad con alas, naciendo de una mariposa de otro mundo.


Bella, inmaculada, angelical.  Su cabello ondulado y  rizos de los colores del oro,  recogido en moño por detrás de su cabeza, centrada por una diadema de flores blancas y hojas verdes dejaba ver mejor con claridad su cara luminosa.  Vestía ropa delicada de gasa y organza, blancos, inmaculados, casi transparencias,  escotada por arriba que dejaba ver su piel Alba y principesca, caía el tejido como una cascada de agua en cámara lenta, desde su cintura ceñida, hacia unos tobillos y pies finos  embellecidos con uñas decoradas en rojo rojo pasión.


Las alas que inicialmente pequeñitas, habían ido creciendo a cada vuelta y vuelta sobre el sendero y tulipanes, se movían lentamente, ella revoloteando entre los miles y miles de tulipanes. Yo siguiendo y siguiendo para acercarme sin poder conseguirlo.   En un momento detuvo el vuelo, se poso cerca del césped, ya entonces, sus alas habían crecido muchísimo, la sobrepasaban en tamaño, de manera que aparecía como en un pesebre imbuida totalmente entre las alas, y sonriendo, feliz.   

Hubo un fogonazo blanco…….las Alas habían caído, ahora era completamente humana, la mujer más linda que he visto en mi vida, la mirada más preciosa que se ha posado en mi, la sonrisa más feliz… estaba todo condensado en esa mujer que estaba delante y me sonreía.  


Cuando me acercaba, ella seguía ahora moviéndose, levitando a ras del suelo entre los tulipanes, como las Diosas del Olimpo.  Se complacía en pasar al borde de los tulipanes, acariciándolos con aquellas manos suaves y vestido al viento.  Era toda una Diosa griega, Artemisa, Divina, Gracia y belleza del día, y aquel era el día..       


Por fin, se dirigió hacia un molino que estaba al borde de aquel inmenso campo de tulipanes, Molino de viento, de paredes redondeadas, del tamaño unas dos veces y media el de una persona, con entrada en arco bordeada de flores, combinaba colores Azules y blancos, también finas ondulaciones rojizas. Una gran aspa  de color madera daba vueltas en la parte alta de la construcción. Al llegar a la puerta, se detuvo un instante, entreabrió la puerta y entró decidida…


Yo seguí con ansiedad, la estaba perdiendo de vista, pero me calmé al llegar a la entrada y verla al fondo de aquel pasillo alfombrado con pétalos de flores miles, aquel pequeño molino, se había transformado en su interior en espacio alargado,  semejante a los que acostumbran los templos a decorar para actos especiales.


A ambos lados del pasillo libre, sillas y sillas, pero no había gente, solo cerca del fondo donde ella permanecía, habían no más de 10 personas, vestidas con sus mejores ropas, sin que  yo pudiera ver sus caras, borrosas como si todavía estuvieran sin terminar.  Una mesa de manteles largos y blancos como la nieve, enormes copas plateadas y amarillas, grandes y dorados floreros, ropajes de oro y púrpura, decoraban los demás elementos del lugar.


Seguí, aquel  pasillo hasta situarme a su lado, me arrodillé, algo dije, no lo recuerdo, me vio, sonrió y me hizo levantar, junto a ella cogidos de la mano. 

Nos mirábamos y sonreíamos.  Sentíamos el mundo entero a nuestros pies.    Ya juntos, sin saber porqué, pero felices ambos,  fue entonces, cuando se escucho el sonido que una bandada de palomas, hace al levantar el vuelo sobre nuestras cabezas, no sabíamos de donde salieron, cientos y cientos, de palomas blancas, sobrevolaban en la parte alta del  techo de aquel lugar.  Fueron desapareciendo poco a poco, menos tres de ellas. 


Tres lindas aves blancas, sostenían con su pico, un collar en forma de corazón, formado por hilos de oro, piedras preciosas, esmeraldas, brillantes, rubíes, amatistas, gemas multicolores  y un solo corazón rojo púrpura. 


Las palomas sobrevolaron nuestras cabezas, y suavemente, ¡¡zassss!!, dejaron caer aquel hermoso símbolo en forma de corazón, sobre nosotros dos que permanecíamos de pies con manos entrelazadas , dejándonos unidos para siempre.  


Fue allí cuando en pleno momento feliz, comenzó a desvanecerse la imagen, poco a poco…….  Me di vuelta en la cama y  estiré la mano para acariciar a mi amor,  pero no sentí nada, eso me despertó del todo, y caí en la cuenta que no estaba, allí, en su lugar a mi lado, un hermoso, elegante, amoroso y solitario tulipán rojo.  


Tic, tac,  tac, tic, tic, tac… 

Unos instantes después, escuché sonido de vehículos, la luz entraba con fuerza por la ventana, desperté bruscamente, eran las 8:45 de la mañana, de un día primaveral, debería estar trabajando en mi hospital 


¡Salí corriendo como que me llevaba el diablo!




Huelva. 25-06-2020

RGG.

Derechos Reservados.



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