Se nace, crece, se reproduce y muere, aquella cantinela que de memoria nos hacían recitar en el colegio infantil para aprender que las plantas son seres vivos, viene hoy a mi memoria con la ausencia de un ser querido.
Cuanto hubiera hoy (pienso hoy ) deseado que además de enseñarnos que las plantas y animales son seres vivos nos hubieran aleccionado sobre las personas, pero sin cantinela repetitiva y teniendo en cuenta que somos seres vivos, que además razonamos y sentimos para bien, para dignidad del humano.
Nos enseñan el apego y no nos preparan para la muerte como si esa cosa fea y generalmente pintada oscura, no fuera con nosotros, nos preparan más bien para temerle, para absurdamente huirle, como si eso fuera posible.
Nos seleccionó Dios en la naturaleza para la fragilidad y el sentimiento, y sentimos mucho en variadas circunstancias. Nos dejó esos atributos porque es lo que nos diferenciaría del resto de seres en la naturaleza y el ser humano debía ser la joya de la corona, lo mejor de ella. Luego se rebelaría que salió lo contrario- porque los bendecidos no supimos comprender aquello, no supimos responder a las expectativas que nos hizo al crearnos-.
Despierta sentimiento el dejar nuestra escuela, nuestros pueblos, nuestras amistades, nuestros amores… etc. etc. no añado el dolor físico porque ese importa menos si lo vemos a la par del dolor interno, el dolor espiritual como el que deja la muerte.
Sobre la muerte que adherida a la vida como un solo corazón, y pegadita a nosotros desde que rompemos a respirar en este mundo, nadie nos enseña a conocerla, platicar con ella, comprenderla, no temerla. Y caminamos sobre este paisaje lindo a veces, triste a veces de la tierra donde nos posaron, olvidándola. De tanto que nos han enseñado a ignorar la muerte, vivir cantando la vida también sin comprenderla, pasamos nuestra existencia como cualquier otro objeto de la naturaleza desperdiciando el poder maravilloso del pensar y sentir que se nos otorgó como ser humano.
Se nos va una persona querida, una persona amada y sentimos un vacío enorme que no se puede llenar, ese pozo negro nos hace sentirnos desdichados, sentimos dolor, angustia, nos compungimos y sufrimos temporalmente.
Luego nuestra vida sigue loca, evitando recuerdos dolorosos, evitando ver a la muerte, comprenderla y amarla como se ama la vida. Y seguimos cometiendo el error, porque la muerte como la vida son partes de la misma cosa. Amémosla, comprendámosla y no será tan terrible, no será tan negra cuando se presente completa y sola- no lo es-.
No será productora de tanto dolor si nos acercamos a ella, conociéndola celebrando con ella un festín de vida.
Se fue mi amada prima Asinia, estoy seguro que está en mejor lugar que yo, que sigo en este mundo, hasta que Dios quiera.
Roberto Gonzalez G.
22-agosto-2022.
