"Aquel dolor sigue siendo dolor."
Cuando viví mi adolescencia en Nicaragua, gustaba de vagabundear en soledad por ciudades y pueblos, mercados y calles de barrios populares, Cosa que seguí haciendo durante años, en mis regresos por vacaciones, encontrando en aquellos paseos solitarios, gozo y refuerzo energético para seguir estando fuera y en la certeza que un día sería definitiva la permanencia.
Aquellas ciudades encantadoras, sus calles, sus gente, sonidos, colores, olores y sabores, embellecidas por el tiempo y la lejanía han experimentado cambios. Ahora en la mayoría de ellas, y aunque no he estado allí cuando se han producido, hay heridas bárbaras, y si, he sentido dolor, y sigo sintiendo de aquello, del dolor que no cesa.
Sigo practicando el regreso con recuerdos a aquellas ciudades y pueblos en paz, ahora alteradas con imágenes fuertes dañinas, que involuntariamente aparecen con frecuencia en primeros planos de mi mente al evocar, dolorosas, sin que el tiempo amaine aquel dolor, ese dolor que hoy sigue siendo dolor e indignación, todavía sin consuelo.
La herida no cicatriza, y es que no puede, no puede cicatrizar hasta que los culpables paguen su atrocidad.
Hoy cuando me voy a pasear a mis ciudades de siempre, MASAYA surge primero, un tiempo, primavera, un barrio, MONIMBO, una calle triste y desolada, un día aciago, cierta fecha , un sábado 2 de JUNIO 2018, Un monstruo, un guardia con uniforme degradante, apunta enfurecido su arma larga y mortífera en posición de disparo, al extremo del instrumento asesino, un niño yace de rodillas y temblando, implora a su verdugo dispuesto, “ NO ME MATES”, ruega clemencia, “ No me mates loco” “No llevo nada”, No me mates.
Y, a como el sonido atroz de un trueno que anuncia que el cielo se parte en dos y cae, en día de tormenta, sonó un disparo, fue toda la respuesta... Un cuerpo blanco quedó tendido a media calle.
El pollito le decían, a aquel niño grande de alma solidaria, grande de amor por su patria, sus padres indígenas humildes, en el cementerio de Masaya con dolor y lágrimas dan el ultimo adiós al cuerpo del hijo, acuerpados por los pobladores tristes, al que la dictadura acababa de segarle la vida en su primavera.
Una cruz y un nombre JUNIOR GAITAN, quedaron en el camposanto, cuando un grito alertó a los que daban el último adiós.
“ ¡ALLÍ VIENE LA GUARDIA!.”