miércoles, 24 de febrero de 2021

EGUREN KONE.

           


                                      EGUREN KONE

Hace ya  mucho tiempo, trabajando por esa época en un hospital grande de Sevilla, una ciudad dentro de otra ciudad, hospital  de puertas abiertas se decía en ese entonces.  Mucha gente pululando por allí,  pasillos, cafetería, consultas, internamientos, personal de salud, camareros, familiares de pacientes, pacientes, sacerdotes, visitantes, visitadores, vende lotería, chicleros,  etc.etc.  


Los 50 años de un amigo experto internista, agradable y siempre de buen humor  lucían bien,  sonreía el moreno elegante con corbata fina y bata blanca impecable, ojos amielados, tenía él, una magnífica presencia y además modales  siempre correctísimos y humanos  con los pacientes, con familiares y con todo el mundo, no como Raymundo, sino como él mismo, el Doctor. 


Era uno de los que organizaba las novatadas de todo aquel que llegaba a iniciarse en las distintas especialidades, el hombre siempre tenía algo que contar gracioso, además de su alta cualificación, disfrutaba su tiempo con la medicina y con los demás.

En Ocasiones nos encontramos con personajes peculiares dentro de la vida hospitalaria que no tienen reparos,  y como quien no quiere la cosa, consiguen siempre aparecer junto a nosotros los médicos, aprovechando cualquier oportunidad para preguntar, empatizar interesadamente,  son familiares de pacientes ingresados, aparentemente muy preocupados por como van sus enfermos.  Si te advierten de buen talante, amable,  atento... Si te perciben como buena gente,  está uno perdido, te abordan y te abordan, mutándose en sombra tuya.


Así sucedió en una ocasión en que el Dr Armando Morales y Yo,  caminábamos juntos hacia la cafetería del hospital, y lo abordó un familiar de una paciente a su cargo. 

-  Dr. ¿Como está?   ¿Sabemos algo?.    -El doctor salía dando corta explicación y seguía su camino, pero luego se lo encontraba en los urinarios, justo a su ladito, vaciando la vejiga urinaria, chorros a la par.   Se lo encontraba en otras ocasiones, a la vuelta del pasillo, en la segunda planta, en la tercera, en la cuarta, quinta y sexta,  y no se lo encontraba en la octava, porque no había octava, también a la entrada del ascensor, a la salida, - la enferma ingresada en la sexta-.  Saliendo de la capilla, a la entrada del hospital, a la hora de salida… El pobre doctor ya no hallaba como hacer y no parecer antipático o maleducado de aquel acoso continuado,  su talante y media sonrisa siempre dispuesta, le permitía irse escapando de aquello, estaba aburrido ya el hombre.   

En una ocasión tomamos el ascensor para bajar de la sexta planta, a la baja, donde se localiza la cafetería, nos apetecía un cafecito… entramos los dos a un ascensor de esos que caben 15-20 personas, iba solo, y entramos, pero de repente, se escuchó desde fuera del ascensor,  una voz peculiar y familiar para mi amigo, “Espere, espere, espere”, la cara de mi compañero se volvió un poema.  Era el hombre, el familiar, el perseguidor…. 

Inicialmente el Doctor conversaba conmigo, y se limitó a contestar el educado hola correspondiente al saludo que le hizo el familiar… pero cuando percibió que la conversación entre nosotros desfallecía, metía baza, -Doctor y entonces, ¿Cómo la ve? ¿Ese tratamiento le hará efecto doctor? , yo no veo que mejore.   

¡Qué! ¿Sabemos ya como se llama lo que tiene mi señora doctor ?.   El doctor haciendo magia,  le hablaba con suavidad, cortas palabras, - No era el lugar, y ya estaba hartándose de todo eso, las horas para hablar con familiares sobre la evolución y novedades de los pacientes, era a partir de la 1 de la tarde y en el despacho, pero este señor, se saltaba las normas con habilidad pasmosa y cara dura-. Mi compañero me miraba apurado, yo le conversaba, e intentábamos que el ascensor bajara rápido, pero que va , tenía su tiempo y sus paradas en cada planta, fue entonces que sucedió…


Como el señor le volvió a repetir preguntas que ya había hecho, y entonces doctor, ¿ Ya sabemos que tiene su paciente?

Si, si si, muy circunspecto el doctor se apropio de posición superior y con voz clara, elegante y enfático, le contestó.  Mire por fin ya sabemos como se llama la enfermedad, de su familiar,  los ojos del familiar brillaron y una hermosa sonrisa se le dibujó en la cara, suspiró complacido seguramente dando gracias a Dios en su interior.  ¿Si Doctor? 

Si, si, y levantando la mano derecha, juntando y haciendo una O con pulgar e indice, dijo:  Su familiar lo que tiene es el Síndrome de EGUREN KONE. 

El familiar se quedó atónito, pero satisfecho, por si acaso le dijo  repítame doctor, ¿El síndrome de qué?   - El síndrome de EGUREN KONE, repitió también satisfecho el laureado doctor.   Por primera vez el familiar se había quedado sin nada más que decir.  

Yo, mientras esto sucedía, me preocupaba por buscar en mi memoria el Síndrome de EGUREN KONE, no recordaba esa enfermedad, y en ese esfuerzo estaba cuando al levantar la vista, vi en lo alto del ascensor,  una leyenda en letras metalizadas oscurecidas por el tiempo, que decía “ EGUREN KONE”.   Tuve mucha, pero mucha dificultad para contener la risa y el doctor  que me quedaba viendo con ojos chiriviscos que decían, cuidado coño, chitón, chitón…. En eso se abrió la puerta del ascensor, estábamos  ya en planta baja, y nos fuimos a paso acelerado, abortando las ganas de reír  y esperando no ser perseguidos por aquel preocupado señor familiar,  pero no, esta vez se había quedado sin habla y sin ganas de seguir, aparentemente complacido.  Adiós Doctores, le oímos decir.  



EGUREN KONE, es una marca de fábrica. 


Roberto González G.

Gastroenterólogo. 


Huelva-24-02-2021

domingo, 21 de febrero de 2021

EL DESENCANTO.

 EL DESENCANTO. 


Tenía yo un familiar que había nacido con un problema, una tumoración  que producía dificultades físicas  y dolores terribles, mucho sufrimiento veía yo en aquello que le afeaba la cara y embellecía su corazón.   

Yo la recuerdo siempre con mucho cariño, recuerdo su figura descompuesta y de caminar difícil , en aquella casa grande con mas sombras que luces  y sobretodo su sonrisa que me dedicaba, aquello me agradaba, aquella persona me daba cosas con aquella sonrisa que ahorita vuelvo a ver y recibir.


Recuerdo que nunca salió de casa, permaneció enclaustrada dentro, su vida era permanecer dentro, no podía trabajar, no estaba en salud, no podía hacer nada. En una de las veces, llegué y conté que había estado en el mar, ella sonrió y me preguntaba, que le contara, y yo le contaba, y ella ponía mucha atención,  expectante como un niño cuando le cuentas un cuento, como queriendo ver, sentir,  porque ella no conocía el mar, y oyendo el relato  su cara era de sorpresa y de maravillarse, gozaba viendo a su manera y a través de mis palabras, lo que era el Mar.   Nunca llegó a conocerlo, murió joven.


Cuando recuerdo aquello y veo como transcurre la vida de cada quien, y las conclusiones que se sacan a diario por todos en cualquier parte del mundo, pienso que fue mejor que aquella persona no hubiera conocido realmente el mar, mas que por mis palabras.  Se llevó su mar.  


Lo contrario hubiera sido desastroso, hubiera visto esas amplias  y lindas playas, el sol en lo alto, aquel mágico ir y venir incansable del agua formando grandes olas, mediana y pequeñas, azuladas que estallaban en espumosa alegría a la orilla,  y volver y volver,  repetitivo movimiento natural interminable desde dentro hacia afuera. 


Hubiera podido caminar por la suave arena blanca humedecida con sus pies descalzos acostumbrados a otros suelos,  sentir aquel suave placer, aquella agradable y única sensación de pisar  la arena. Se hubiera tostado un poquito al sol, seguro que hubiera sonreído, reído, maravillada viendo aquel espectáculo de la mar en movimiento viniendo hacia ella a la orilla, pero también creo que hubiera metido los pies en el agua, las manos en el agua, y con la palma ahuecada hubiera querido retenerla en sus mano, y degustarla tan bella como la miraba, entonces, bruscamente el liquido bello, lindo en el mar, hubiera sido rechazado sin duda, tras comprobar en su boca  que era agua salada.  

Así que yo digo,  que fue mejor que se fuera con su imagen y concepto propio de su mar, al menos con su mar no sufrió desencanto.



Roberto González G,

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