EGUREN KONE
Hace ya mucho tiempo, trabajando por esa época en un hospital grande de Sevilla, una ciudad dentro de otra ciudad, hospital de puertas abiertas se decía en ese entonces. Mucha gente pululando por allí, pasillos, cafetería, consultas, internamientos, personal de salud, camareros, familiares de pacientes, pacientes, sacerdotes, visitantes, visitadores, vende lotería, chicleros, etc.etc.
Los 50 años de un amigo experto internista, agradable y siempre de buen humor lucían bien, sonreía el moreno elegante con corbata fina y bata blanca impecable, ojos amielados, tenía él, una magnífica presencia y además modales siempre correctísimos y humanos con los pacientes, con familiares y con todo el mundo, no como Raymundo, sino como él mismo, el Doctor.
Era uno de los que organizaba las novatadas de todo aquel que llegaba a iniciarse en las distintas especialidades, el hombre siempre tenía algo que contar gracioso, además de su alta cualificación, disfrutaba su tiempo con la medicina y con los demás.
En Ocasiones nos encontramos con personajes peculiares dentro de la vida hospitalaria que no tienen reparos, y como quien no quiere la cosa, consiguen siempre aparecer junto a nosotros los médicos, aprovechando cualquier oportunidad para preguntar, empatizar interesadamente, son familiares de pacientes ingresados, aparentemente muy preocupados por como van sus enfermos. Si te advierten de buen talante, amable, atento... Si te perciben como buena gente, está uno perdido, te abordan y te abordan, mutándose en sombra tuya.
Así sucedió en una ocasión en que el Dr Armando Morales y Yo, caminábamos juntos hacia la cafetería del hospital, y lo abordó un familiar de una paciente a su cargo.
- Dr. ¿Como está? ¿Sabemos algo?. -El doctor salía dando corta explicación y seguía su camino, pero luego se lo encontraba en los urinarios, justo a su ladito, vaciando la vejiga urinaria, chorros a la par. Se lo encontraba en otras ocasiones, a la vuelta del pasillo, en la segunda planta, en la tercera, en la cuarta, quinta y sexta, y no se lo encontraba en la octava, porque no había octava, también a la entrada del ascensor, a la salida, - la enferma ingresada en la sexta-. Saliendo de la capilla, a la entrada del hospital, a la hora de salida… El pobre doctor ya no hallaba como hacer y no parecer antipático o maleducado de aquel acoso continuado, su talante y media sonrisa siempre dispuesta, le permitía irse escapando de aquello, estaba aburrido ya el hombre.
En una ocasión tomamos el ascensor para bajar de la sexta planta, a la baja, donde se localiza la cafetería, nos apetecía un cafecito… entramos los dos a un ascensor de esos que caben 15-20 personas, iba solo, y entramos, pero de repente, se escuchó desde fuera del ascensor, una voz peculiar y familiar para mi amigo, “Espere, espere, espere”, la cara de mi compañero se volvió un poema. Era el hombre, el familiar, el perseguidor….
Inicialmente el Doctor conversaba conmigo, y se limitó a contestar el educado hola correspondiente al saludo que le hizo el familiar… pero cuando percibió que la conversación entre nosotros desfallecía, metía baza, -Doctor y entonces, ¿Cómo la ve? ¿Ese tratamiento le hará efecto doctor? , yo no veo que mejore.
¡Qué! ¿Sabemos ya como se llama lo que tiene mi señora doctor ?. El doctor haciendo magia, le hablaba con suavidad, cortas palabras, - No era el lugar, y ya estaba hartándose de todo eso, las horas para hablar con familiares sobre la evolución y novedades de los pacientes, era a partir de la 1 de la tarde y en el despacho, pero este señor, se saltaba las normas con habilidad pasmosa y cara dura-. Mi compañero me miraba apurado, yo le conversaba, e intentábamos que el ascensor bajara rápido, pero que va , tenía su tiempo y sus paradas en cada planta, fue entonces que sucedió…
Como el señor le volvió a repetir preguntas que ya había hecho, y entonces doctor, ¿ Ya sabemos que tiene su paciente?
Si, si si, muy circunspecto el doctor se apropio de posición superior y con voz clara, elegante y enfático, le contestó. Mire por fin ya sabemos como se llama la enfermedad, de su familiar, los ojos del familiar brillaron y una hermosa sonrisa se le dibujó en la cara, suspiró complacido seguramente dando gracias a Dios en su interior. ¿Si Doctor?
Si, si, y levantando la mano derecha, juntando y haciendo una O con pulgar e indice, dijo: Su familiar lo que tiene es el Síndrome de EGUREN KONE.
El familiar se quedó atónito, pero satisfecho, por si acaso le dijo repítame doctor, ¿El síndrome de qué? - El síndrome de EGUREN KONE, repitió también satisfecho el laureado doctor. Por primera vez el familiar se había quedado sin nada más que decir.
Yo, mientras esto sucedía, me preocupaba por buscar en mi memoria el Síndrome de EGUREN KONE, no recordaba esa enfermedad, y en ese esfuerzo estaba cuando al levantar la vista, vi en lo alto del ascensor, una leyenda en letras metalizadas oscurecidas por el tiempo, que decía “ EGUREN KONE”. Tuve mucha, pero mucha dificultad para contener la risa y el doctor que me quedaba viendo con ojos chiriviscos que decían, cuidado coño, chitón, chitón…. En eso se abrió la puerta del ascensor, estábamos ya en planta baja, y nos fuimos a paso acelerado, abortando las ganas de reír y esperando no ser perseguidos por aquel preocupado señor familiar, pero no, esta vez se había quedado sin habla y sin ganas de seguir, aparentemente complacido. Adiós Doctores, le oímos decir.
EGUREN KONE, es una marca de fábrica.
Roberto González G.
Gastroenterólogo.
Huelva-24-02-2021