Llegué al hospital, en visita no de médico, sino de amigo para ver a uno muy querido y compañero de largo tiempo, que hace 3 días sufrió el envite de la Traicionera, sufrió un Infarto de Miocardio.
Pijama Azul Celeste como el cielo, sentado en sillón reclinable, junto a la cama con sábanas blancas, su apariencia era buena, sus gafas gruesas, metidito en carnes sin parecer obeso, ya estaba perdiéndolas allí, lo percibí ligeramente más delgado, una cosa que uno primero veía en este buen hombre, era su mostacho característico de toda su vida, grueso, negro de extremos enrollados, luego sus anteojos con sus ojos y luego todo lo demás. Plácido, con buen aspecto, no parecía que acababa de pasar un amargo drama, quise ver también su alma tranquila, luminosa, en paz y sonrió al verme.
El es hombre de sonrisa fácil siempre, hoy también. Consciente de lo que había ocurrido recién.
El acudir al hospital tras 2 días de molestias, y tal como fue la secuencia de los hechos y me lo contó, fue parece, y a la vista general, casual o por sentido común.
Yo interpreto que Dios intercepto la llamada de la Siniestra Muerte, quiso que esta buena persona tuviera otra oportunidad, todavía no era su momento y le ha permitido seguir con nosotros.
Durante mi visita, me pareció entender que él había experimentado la frialdad del soplo de la muerte, y había comprendido todo.
Siento ganas de contar esto porque hace varios años, charlando de cosas varias en días de viaje profesional surgió el tema de Dios y sus acciones ante las injusticias del mundo que le achacan . Me negaba el hecho de la fe, la existencia divina y se complacía en que yo pudiera tener certeza y el no.
Le Aconsejé que pidiera con sinceridad profunda y le sería dado, incluso sin pedir le iba a llegar.
Dios nos da la respuesta cuando y como considera mejor. “Te llegará le dije”.
Han pasado varios años de aquella charla, la respuesta ha llegado ahora.
Sé que mi amigo, igual que sintió la fría muerte rondando sus costillares, percibió el calor divino, que lo cubría y le señalaba, que todavía no era su hora.
¡El que quiera ver que vea!.
Yo, hoy me he alegrado infinitamente de que siga con nosotros con más luz en su vida. Y agradezco a mi Dios, por mantenerme en salud.