JOSE ÁNGEL BUESA-. Poesía Escogida.


JOSE ÁNGEL BUESA.  02/septiembre/1910. (Cienfuegos, Cuba)-  14/ agosto/1982 ( Santo Domingo, República Dominicana)

1-
POEMA DEL REGRESO.-

Vengo del fondo oscuro de una noche implacable,
y contemplo los astros con  un gesto de asombro.
Al llegar a tu puerta me confieso culpable,
y una paloma blanca se me  posa en el hombro.

Mi corazón humilde se detiene en tu puerta
con la mano extendida como un viejo mendigo;
y tu perro me ladra de alegría en la huerta,
porque, a pesar de todo, sigue siendo mi amigo.

Al fin creció el rosal aquel que no crecía
y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro;
Yo también he cambiado mucho desde aquel día,
pues ya no tienen estrellas las noches del destierro.

Quizás tu alma está abierta tras la puerta cerrada;
pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo,
mírame dulcemente, sin preguntarme nada,
y sabrás que no he vuelto... porque estaba contigo!
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2-.
CANCIÓN DEL AMOR LEJANO

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene mas reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
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3-.
POEMA DEL RENUNCIAMIENTO-.

Pasarás por mi vida sin saber que pasaste,
pasarás en silencio por mi amor y al pasar
fingiré una sonrisa como un dulce contraste
del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.

Soñaré con el nácar virginal de tu frente,
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar,
soñaré con tus labios desesperadamente,
soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás.

Quizás pases con otro
que te diga al oído esas frases
que nadie como yo te diré

Y ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.

Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.

Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
el tormento infinito que te debo ocultar
te diré sonriente:  " No es nada... ha sido el viento"
Me enjugaré una lágrima... y jamás lo sabrás.
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4-.
CANCIÓN DEL AMOR PROHIBIDO.

Solo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuanto amor esconde mi gesto indiferente.

Solo tú y yo sabemos, porque mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío...
y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

Solo tu y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así dos orillas tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.
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5-.
CON LA SIMPLE PALABRA-.

Con la simple palabra de hablar todos los días,
que es tan noble que nunca llegará a ser vulgar,
voy diciendo estas cosas que casi no son mías,
así como las playas casi no son mar.

Con la simple palabra con que se cuenta un cuento,
que es la vejez eterna de la eterna niñez,
la ilusión, como un árbol que se deshoja al viento,
muere con la esperanza de nacer otra vez.

Con la simple palabra te ofrezco  lo que ofreces,
amor que apenas llegas cuando te has ido ya:
Quien perfuma una rosa se equivoca dos veces,
pues la rosa se seca y el perfume se va.

Con la simple palabra que arde en su propio fuego,
siento que en mí es orgullo lo que en otro es desdén:
Las estrellas no existen en las noches del ciego,
pero, aunque él no lo sepa, lo iluminan también.

Y así, como un arroyo que se convierte en río,
y que en cada cascada se purifica más,
voy cantando este canto tan ajeno y tan mío,
con la simple palabra que no muere jamás!.
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6- 
LA VEJEZ DE DON JUAN.

Sí. Don Juan está triste, porque empieza a ser viejo.
Sus sienes ya blanquean y se arruga su frente…
Deliberadamente rompió su último espejo,
pero aún frunce con gracia el entrecejo,
y sabe, como nadie, decir lo que no siente.
 
 
Más aún que su espada de acero toledano,
tiene un filo temible su mirada insolente;
y una clara amatista resplandece en su mano,
con un episcopal fulgor mundano,
pero, como su dueño, ya se sabe que miente.
 
Sí. Don Juan está solo definitivamente:
Ningún beso lo espera; ningún labio lo nombra…
Pero sobre la alfombra su sombra está presente;
y entonces, con un gesto displicente,
Don Juan cruza los brazos… y le miente a su sombra:
 
Realmente, yo fui un poco
aventurero: Me atraía el mar;
no fui insensible al juego, ni al buen vino tampoco,
y el amor fue un camino por el que supe andar.
Y, siendo un poco audaz y un poco loco,
un día, alegremente, me abandoné al azar.
 
Y fui marino. Supe de las rachas sonoras
que en los tensos cordajes enredan una ronca sonata;
y en los ponientes de escarlata,
y en la azul placidez de las auroras,
vi palpitar los amplios velámenes de plata,
y me enjoyó de espuma la tajante inquietud de las proas.
 
Y en las noches serenas, cuando el viento es un cálido encaje
que difunde fragancias de luceros,
comprendí por qué dicen que la muerte es un viaje,
y por qué se prolongan los adioses postreros
en los sordos hervores del oleaje
y en las canciones de los marineros.
 
Pero en el mar airado o apacible,
y en la canción como en la imprecación,
con las manos crispadas en la jarcia flexible
o en la circunferencia del timón,
mi corazón, mi absurdo corazón,
permaneció impasible.
 
Y fui guerrero. Y supe reír en la batalla,
con ímpetu invencible y entrecortado aliento,
cuando de súbito restalla
su látigo violento
la metralla,
sembrando de amapolas el elástico surco del viento.
 
Y supe de la sed que sabe a tierra.
del sol que raja el cráneo, de la lluvia tenaz,
de la fiebre en la jungla, de la asfixia en la sierra,
de la emboscada y del ataque audaz.
Y entonces comprendí por qué la guerra
tiene amargas raíces que alimentan la paz.
 
Pero en el empujón irresistible
del asalto, al flamear el pabellón,
o al morder las palabras de una orden terrible
entre el hálito acre del cañón,
mi corazón, mi inútil corazón,
permaneció impasible.
 
Y fui poeta. Hambriento de hermosura,
filtré vagos acordes en la alquimia sutil del poema;
cincelé cada estrofa como una miniatura,
y pulí cada verso cual si fuese una gema,
una gema inmortal de la diadema
de la belleza pura.
 
En mis recreaciones de orífice sonoro,
dibujé en los misales, como un monje demente,
mayúsculas esbeltas con pájaros de oro;
y, al esculpir la Venus de una fuente,
con el sabio retoque de mi buril paciente
alisé cada grieta y cada poro
hasta dejar el mármol transparente.
 
Pero al lograr un ritmo imperceptible,
o al apresar el tema de una alegre canción;
o cuando en una frase fue visible
un perfil impreciso de mi imaginación,
mi corazón, mi estéril corazón,
permaneció impasible.
 
Después…ya no recuerdo. Fui pintor
y fui juglar, y músico, y fraile, y mercader;
espadachín, tahúr y trovador…
Y todo por amor a la mujer,
sin que nunca encontrara la mujer de mi amor.
 
Y después, todavía, como algo muy lejano,
recuerdo un brusco cambio de mi suerte:
Ya próximo al patíbulo villano,
la clemencia de un príncipe me salvó de la muerte,
y mis impertinencias me hicieron cortesano.
 
Las mujeres pasaron, y, una a una,
dejaron solitarios mis festines,
pues fui dueño de todas y esclavo de ninguna;
y besé a una princesa bajo un claro de luna
que esparcía su polvo de plata en los jardines.
 
Yo amé la boca sabia que extenúa el exceso
y fui de beso en beso tras la boca inexperta.
Pero no amé jamás. Amar no es eso.
El beso es una llave para abrir una puerta,
y yo cerré las puertas con la llave del beso;
y ahora no me ha quedado ninguna puerta abierta.
 
Pero, tal vez aquella…La tapada
que vi en…ya no recuerdo. La dama iba de prisa,
y un rufián la insultó. Saqué mi espada…
Ella quedó indecisa…
Yo atravesé el rufián de una estocada,
y ella me sonrió, sin decir nada,
y huyó… Sólo vi de ella su sonrisa;
y después su sonrisa huyó en la brisa,
pero dejó la brisa perfumada!
 
Aunque, de haber besado y poseído
la boca aquella que me sonreía,
hoy fuera en mis recuerdos una calle vacía,
o un contorno de niebla que flotara en mi olvido.
 
Y ahora, ya se me va la juventud,
mi juventud, que fue por tierra y mar,
ebria de ensueño y loca de inquietud;
y ahora sólo recuerdo lo que quiero olvidar,
y, esclavo de mi propia esclavitud,
me siento solo y necesito amar.
 
Amar por vez primera, para olvidar mi hastío;
soñar mi último sueño, y volver a empezar…
Pero en vano se exalta mi deseo tardío:
El leño que arde pronto, pronto se queda frío,
y yo ardí en cuerpo y alma, al vivir y al soñar.
 
Y, sin embargo, a veces, el corazón insiste
en su antigua locura del beso y la mujer,
pero después del beso la boca queda triste,
triste como un camino en el atardecer.
 
Sólo ansío la gloria de los días serenos.
Si pasan las mujeres, yo las miro pasar
como miran los niños los juguetes ajenos,
pero los niños sonríen con ganas de llorar.
 
Sí. Yo vencí la vida, sin pensar de qué modo.
Me alcé soberbiamente, con gesto vencedor…
Y hoy me vence la vida, pues, teniéndolo todo,
sé que todo me falta si me falta el amor!
 
Don Juan calla, y contempla, sobre la roja alfombra,
su sombra, que, sin duda, también cree que él miente.
—Ningún beso lo espera; ningun labio lo nombra…
Y, repentinamente, da la espalda a su sombra,
y una lágrima empaña su mirada insolente 
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7- SONETO EN LA ALCOBA. 

Te miraba acostada con mis ojos de bueno, tus ojos aprendían lentamente a soñar, y tu sueño iba a otro, a tu amor en estreno,embriagado de fuga, de capricho y de azar.  
Me tomaste una mano para palpar tu seno,
tu corazón latía con el mío a la par: 
el tuyo acelerado por un amor ajeno,
mi corazón tan cerca, sin poderlo alcanzar.
 
Así dejé de amarte y empecé a comprenderte.
Sentí que me tocaba como un roce de muerte,
un dolor voluptuoso, pasajero y vulgar. 
 
Y mientras me veías mansamente a tu lado,
yo escapaba en silencio, para siempre alejado.
¡Aunque esta misma noche te vuelva a desnudar!

8- 

SE DEJA DE QUERER

Se deja de querer...
Y no se sabe porque se deja de querer
Es como abrir la mano y encontrarla vacía
Y no saber de pronto que cosa se nos fue.
Se deja de querer...
Y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed
Como andar en otoño sobre las hojas secas
Y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer...
Y es como el ciego que aun dice adiós llorando
Después que pasó el tren.
O como quien despierta recordando un camino
Pero ya solo sabe que regreso por él.
Se deja de querer...
Como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber
Y es hallar un diamante brillando en el rocío
Y que ya al recogerlo se... se evapore también
Se deja de querer...
Y es como un viaje detenido en las sombras
Sin seguir ni volver
Y es cortar una rosa para adornar la mesa
Y que el viento deshoje la rosa en el mantel
Se deja de querer...
Y es como un niño que ve como naufragan sus barcos de papel
O escribir en la arena la fecha de mañana
Y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer...
Y es como un libro que aun abierto hoja a hoja quedó a medio leer
Y es como la sortija que se quitó del dedo
Y solo así supimos... Que se marcó en la piel.
Se deja de querer...
Y no se sabe porque se deja de querer.

9- 
CANCIÓN A LA MUJER LEJANA.
En ti recuerdo una mujer lejana, lejana de mi amor y de mi vida.
A la vez diferente y parecida , como el atardecer y la mañana.
En ti despierta esa mujer que duerme con tantas semejanzas misteriosas que muchas veces te pregunto cosas que solo ella podría responderme.
Y te digo que es bella, porque es bella, pero no sé decir, cuando lo digo, si pienso en ella porque estoy contigo o estoy contigo por pensar en ella.
Y sin embargo si el azar mañana me enfrente con ella de repente no seguiría a la mujer ausente. por retener a la mujer cercana.
Y sin amarte mas, pero tampoco sin separar tu mano de la mía, al verla simplemente  te diría: " Esa mujer se te p parece un poco".
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