sábado, 28 de noviembre de 2020

EL GUAPOTE DE HODGSON. Cuento

 

  " El GUAPOTE DE HODGSON".

El otro día recibí una llamada desde Rio Blanco, departamento de Matagalpa, en el Norte de Nicaragua, tras la sorpresa recibí la voz desde la montaña, detrás de la voz vi a Hodgson.


Hodgson es un familiar adoptado, no de sangre, él se gano el puesto dentro de la familia desde que yo tengo uso de razón, ya les hablé de él en una ocasión,  se trata de Hodgson, aquel hombre flacucho de estatura media, color moreno, renegrido, no negro y pelo murruco,   ya pintando canas,  que habiendo pérdido el ojo derecho en un desgraciado accidente en su adolescencia, había aprendido a vivir con humor y humildad, y mucho aprendió Hodgson de la vida, me atrevería a decir que más que si hubiera tenido los dos ojos. 

 Este fue quien me enseño a manejar autobuses de pasajeros, este me arreglaba las maletas estropeadas, la radio que no funcionaba, pintaba la casa cuando  era requerido y lo hacía muy bien, tan bien que no nos cobraba, somos familia. En una ocasión en un paseo familiar a Pochomil, no quería meterse al mar, y toda la chavalería y no, se metió a disfrutar mientras él se quedó al resguardo de las chancletas y chinelas de hule en la orilla, luego se movió del lugar y para asegurarse que no se las robaran, las enterró bajo la arena. Cuando regresamos fuimos con Hodgson a buscar lo guardado,  él corriendo alegre, nos condujo al lugar del entierro, pero claro, la marea había subido y todas andaban libres sobre las olas del mar, con disgusto de los afectados que terminamos descalzos para el resto del día. 


Este mismo fue aquel que no más decía “ Un brinquito para el señor”  cuando un pastor amigo lo invitó a un celebración, allá en un polideportivo de Rio Blanco,  y sin anuncio previo lo dejó en la tarima con el aforo lleno para dirigiera unas palabritas a los hermanos en cristo, más de 100 personas campesinos, hombres, mujeres y niños de la zona. La gradería a rebosar con gran colorido y ruido alegre.  Luego todos en silencio esperaban…

 Tras el apuro inicial de la trampita sorpresa que le obsequió el pastor, se recompuso, tomó el micrófono, y aunque le temblaban las canillas, y los segundos se le hicieron eternos, por fin se le ocurrió la brillante idea de comenzar pidiendo un “brinquito para el señor”…, el público gritó Amén, y saltaron todos juntos dando un brinquito para el señor… Eso tranquilizó a mi pariente, y viendo el resultado de su mensaje, y  todavía sin poder articular un discurso,  repitió la frase “ Otro brinquito para el señor” y la gente a rabiar volvió a gritar “Que Así sea”, y  volvió a dar otro brinquito para el señor… siguió entreteniendo cada vez más a la alegre y alborotada concurrencia que reía y carcajeaba, celebraban la fiesta cristiana, Alegría, paz y armonía les procuró Hodgson durante al menos 20 minutos, hasta que el pastor acudió en su auxilio.  Jamás había yo visto a ningún artista al que le prodigaran tanto aplauso y tanto entusiasmo. 


Bueno pues en esta llamada teléfonica del otro día, Hodgson me contó como iban las cosas por la montaña, como estaba y  estaba la familia, que allí a pesar de las noticias todo seguía normal,  y para no ir más lejos, me dijo; fijate Robert que el otro día, el domingo, me fue a buscar el chino Hankings, quería que fueramos a bañarnos a la posa del chivo, recodo del río, que fueramos a comer pescado al río.  Vos  sabés que somos amigos de toda la vida, no me le pude negar… Él iba preparado, allí había vuelto a nacer pescados de forma abundante, no como en época de la guerra, dicen que por arte de Doña Rosario, a mi no me hagas caso, eso dicen aquí en Rio Blanco, el asunto Robert es que llevaba varias botellas de Kola Shaler selladas con arena y polvora, y ya puesto en el sitio, vi con admiración que era un maestro en ponerle mecha corta y explotarlas dentro del agua. 

Como te digo, era domingo y hacía calor, dejé mis anteojos oscuros y ropa hecha un rollito al borde del árbol, y efectivamente hombré,  me animé y  me lancé al agua yo primero a recoger los pescados que subieron tras la explosión,  subidos como sobre el chorro de una burbujeante fuente, atontados, aturdidos todos, vos vieras el pescaderío dentro.  

Yo buceaba y buceaba viendo el cuadro, bonitos colorines Robert, bonito tanto pescado en el agua esperando a ser recogidos por mis manos, y en eso estaba emocionado cuando sentí que  algo se me había desprendido de la cuenca del ojo, me preocupé y busqué, busqué y busqué… Pero no encontré ya nada.

Subí a la superficie casi ahogado de tanto aguantar sin aire, triste  y arrecho. El chino me esperaba a la orilla, ¡Idiay, Idiay Jodido!  me tenías preocupado, le expliqué lo sucedido sonriendo y a carcajadas el bandido me dijo;  No te preocupés, yo voy a buscarlo, se tiró al agua como un consumado nadador y buceó, buceó y buceó,  a los minutos, salió catapultado hacia arriba con dos hermosos guapotones en ambas manos y me los tiró a la orilla, yo los ví claritos y en cámara lenta seguí su dirección hacia mí, me elevé de donde estaba y en el airé pude agarrar uno con mi mano derecha, le apreté fuerte para que no escapara y al hacerlo sentí dentro una fuerte alegría, y digo yo que me brillaría lindo mi ojo, al ver salir por la boca del guapotón el ojo que yo había perdido dentro del agua.


-Le dije;  hombre Hodgson sé serio, sé serio, ¡solo sos babosadas!

-No Robert en serio fijate que eso me pasó,  yo cuando volví a ver mi ojo, me sentí feliz con mi ojo de cristal recuperado.  Bueno pues nos vemos...¡Ay te llamo para Navidades!. 


Huelva 28 de Noviembre de 2020.

Dr. Roberto González G.

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