Había vivido c on su madre toda su existencia, hasta que ésta murió, unos 8 años atrás.
Este verano del 2015, había tomado una semanita de vacaciones en un apartamentito subvencionado junto al mar.
Contenta y feliz con una amiga y compañera, se pusieron a celebrar. Arroz con almejas sería la comida fuerte, después llegaría el pastel... Pero ella tenía un defecto, comía aprisa y cuando engullía el arroz, ésta vez se le fue una valva blanca junto con la cucharada, que al tragar se le quedó atorada en esófago.
Se asfixiaba y pegaba brinquitos, y los ruidos que se oían al intentar respirar hicieron temer lo peor a su compañera, que reaccionó rápidamente y le dio unas palmadas en el centro de la espalda, y luego apretó agarrando por detrás en abrazo fuerte por la cintura, a ver si se desatoraba y nada...
Salieron corriendo para el hospital, aunque nuestra sufriente, estaba menos angustiada.
9:30 de la noche, llegué 10 minutos después de la llamada requiriéndome como endoscopista de turno, pero ella ya llevaba esperando 4 horas, en los eficientes servicios de Urgencia pública Hospitalaria de Verano.
Sentada en sillón levantó la vista cuando me le acerqué, me pareció haberla visto antes, y no una vez, sino muchas. Su rostro me era muy familiar, se señalaba el cuello y babeaba, novia constantemente la lengua como si masticara algo, chorreaba babilla, ojos vidriosos dirigidos a su amiga y compañera.
Mis palabras eran escuchadas pero no parecía entenderme a pesar de mi buen español, no fijaba su atención en mí. Se iba rápido de un punto a otro y volvía a su amiga que velaba con cariño por ella.
No había ido a la escuela, no se había enamorado, no se había casado, no tenía hijos... Si tenía 2 hermanos hasta hace 8 años antes de la fecha. Con la muerte de esa madre, esos hermanos prefirieron no tener hermana, y nunca mas se supo de ellos. Pero a ella su mamá, si le había dejado preparado un hogar, y si, tenía un hogar.
Traté de explicar lo que íbamos a hacer. temíamos por su colaboración, pero las personas somos sorprendentes, aquel día yo había realizado unas 15 exploraciones endosópicas durante el día, y no recuerdo a nadie que se portara mejor que María para esta exploración.
Previamente cuando la enfermera le tomó el brazo y la pinchó con una aguja fina en busca de una vena para aplicarle medicación sedante, inicialmente se asustó, pero con la mirada buscó y encontró-porque así lo permitimos- la cara de su compañera y amiga. Sedamos rápidamente y realizamos la endoscopia urgente, encontrando la valva dura y blanquecina agarrada a las paredes del esófago.
Con sumo cuidado y delicadeza, liberamos sus agarres y extrajimos el cuerpo extraño impactado. terminamos la exploración, todo resultó bien.
Cuando despertó, sus ojos desorientados no reconocieron su alrededor, y se vio cierto temor en su expresión, hasta que de nuevo encontró cara familiar, su amiga.
María tenía 45 aos y había nacido con Síndrome de Down profundo, o Trisomía 21 como también se conoce esa alteración genética.
Me quede un ratito más platicando con su acompañante, y luego me despedí de María, no me comprendió. Seguramente unas horas mas tarde o al día siguiente no recordaría el incidente que había pasado, o quizás ni se dio cuenta, como tampoco se daba cuenta de la actitud de los hermanos de sangre. No creo que recordara a ninguno de sus hermanos, ni falta que le hacía. Mejor así.
Dios escribe a su manera y siempre hay una explicación de todo en esta vida. Pensé que quizás la existencia de María tiene muchas justificaciones, y quizás una de ellas, sea que hablemos de ella, para enseñarnos a los que no padecemos esa enfermedad, que debemos ser mas sensibles, que debemos ser mejores personas.
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Desgraciadamente existen seres vivos que son una vergüenza para el género humano.
Sevilla- 18 de noviembre 2016.
Dr. Roberto González G.
Gastroenterólogo- Endoscopia Digestiva.