Fue no más arriba del 90 cuando sucedió. El pueblo pequeño lo habitaban no más de un mil y poco
más de almas. Todo era tranquilo, la vida lo era, nunca sucedía nada fuera de
lo corriente. Casas de cientos de años, Calles empedradas, un parquecito, una
pequeña farmacia, iglesia en lugar predominante, un puesto policial, un par de
bares y No había médico. Era un pueblo
de gente buena, donde todo transcurría sin sorpresas, solidarios entre ellos,
la amistad era familiar, tenían como bandera valores buenos y se jactaban de
ello, no como en las ciudades, que cada vez más el tiempo diluía los valores…
el sentido del honor, la palabra, son cosas sagradas…
El y
ella con pocos años de diferencia se conocieron infantes en esas viejas y
estrechas calles, silenciosas y solitarias, testigos de su crecimiento y
nacimiento del amor, que como crece la hierba en el campo, natural y sin abono,
brotó también en ellos y los acompañó
desde entonces.
De
novios largos años pasaron, no se sabe si por los apuros de las amistades o la
exigencia del cura, que quería hacerlo antes de jubilarse, el caso es que
contrajeron santo matrimonio. Todo felicidad fueron esos días, bendiciones y
parabienes… todos coincidían.. ¡Que estupenda Pareja! -¡Ahora están como Dios
manda, no vaya a sufrir tentaciones! decían-.
-Entregó su virginidad, su mayor tesoro ya avanzada en años… y ahora quedaba
probarse, él… pero no llegaba… no
sucedía nada cada mes que lo pensaba… el tiempo se deslizaba presuroso y nada de nada. Él imaginaba...a la gente
murmurando, dudando de si servía o no. ¿Sería ella, o sería él? sus vecinos, lo
eran de lenguas inquietas y bajo volumen, repartían bien. Aquello que debía hacer todo hombre macho, le
preocupaba que no surgiera, hasta que un día, luego de muchas misas, vitaminas
y mieles de abeja Reina, por fin quedó en cinta. -¡Se
cumplió viste! decía Antonia a Genaro, ya lo dijo el cura, a mi me sucedería
como a Sara la de las sagradas
escrituras-.
- El
padre Honorio, siempre los animó, y ahora celebraba con ellos y con el pueblo
en misa, la buena noticia, Antonia
estaba embarazada y oraron por ellos.
Salían de la iglesia reconfortados, recogidos en espíritu, y
felices. Ahora si, ahora si, Genaro en su sentir estaba completo… se había
autenticado por fin, y Antonia, impregnada a los 41, su óvulo fecundado, y su
corazón henchido de gozo. ¡No podían ser
más felices en el transito al parto feliz! Se produjo en primavera, y una preciosa niña
de 4 kilos llenó su mundo. Florcita la
llamarían, pero fue el cura quien dijo, que de eso ni hablar, que se llamaría Flor de María y así
le mojó la mollera, pero quedó Florcita
para todos los demás. Vivieron días felices.
A
partir del año, a ellos también les cayó una crucecita… la niña había nacido
con una especial predisposición a enfermar, con mucha frecuencia, fiebres,
dolores de oído, garganta, caídas, tropezones, eran motivo de ansiedad y
angustia para los padres, que sentían en cada episodio un dolor vivo en su
alma. Era permanentemente la preocupación por Florcita, un sinvivir, cuando no
era una cosa, era otra, siempre había algún percance a la vuelta de la esquina,
y dolores, siempre, dolores de barriga... terminaron aceptándolo a fuerza de
realidad como mal menor, pues a pesar de ello la niña crecía en gracia, buen
comportamiento y belleza. Jóvenes y
mayores, familiares y no, hacían felices
observaciones. El que florcita fuera tan
admirada, volvía especialmente
elevados los corazones de sus amorosos
padres.
Y florcita
fue dejando de ser florcita, transformándose en una exuberante, hermosa y bella
rosa de pétalos delicados, embellecida por finas gotitas de ese rocío hormonal propia de la edad, y cuyo
aroma se esparcía a su alrededor creando apetencias. Dócil, más bien tímida, bien comportada dentro
y fuera de casa, salía poco, a misa siempre, y alguna que otra vez con amigas a
dar pequeños paseos.
La joya se lucía por el pueblo y alguna que otra vez por las
cercanías. Seguía siendo enfermiza,
siempre le pasaban cosas, en una ocasión, Antonia y Genaro se asustaron al
verla llegar con un pie escayolado. Los dolores de barriga desde los 7 años
siempre presentes de tarde en tarde a fuerza de no quedar en nada, habían
dejado de preocupar… El aroma de esta
rosa fresca se difundió más allá del pueblo.
Fue en
Primavera cuando de repente Florcita para sus padres, comenzó a sufrir de
apetito voraz, y claro, aquella
belleza fue menguando a la par que iba
aumentando tallas…siempre tenía algo en la mano llevándose a la boca,
fácilmente se subió encima 20 kilos… su
mamá preocupada al principio, solo aconsejaba, pero a medida que se infló más y más, la llevó al
doctor de la mente, porque le habían dicho por allí, que podía ser “Bulimia
Nerviosa”, pero nada… florcita seguía metiendo y metiendo, se
despertaba por las noches directo a la nevera, y volvía a la cama masticando
cosas… a la mañana siguiente las huellas…Antonia encontraba en falta yogures,
panes, etc. Se había tornado a una Gorda
fea de cuerpo que sobresalía por todos lados, su rostro recordaba líneas
bonitas pasadas, conservaba su estilo y
valores que siempre habían sido buenos. Varió
su indumentaria y se acostumbró a ropa amplia vaporosa, y se maquillaba
notoriamente.
Un día,
a la luna se le ocurrió ponerse redonda completamente, en invierno sin
lluvia, un paisano que en esos momentos
se despedía de nuestros amigos, al salir a la calle se percató y para sus
adentros dijo: “¡Ummmm!, esa luna anuncia algo y no es lluvia precisamente…” desconcertado
y temeroso se fue rapidito a su hogar.
Aquella
misma tarde noche sobre las 19 horas, volvió el dolor de barriga, la niña lo
sufría en silencio en su cuarto, luego más fuerte la obligaron a quejarse… allá
al rato fue inevitable que sus padres lo
supieran. No quería, estaba abstraída, como en otro mundo, los dolores la
hacían volver, cara gacha, pelo cubriéndole gran parte del rostro adolorido,
fue lo que vieron los padres cuando decidieron llevarla al hospital de la
ciudad capital, muy preocupados porque intuían que ahora este dolor les iba a
dar un disgusto grande, en su cara se reflejaba incluso más dolor que en la
propia hija, que ahora sumaba 20 años. La
angustia de padres aumentaba a cada
episodio de dolor…- Estos médicos nunca dieron con lo que le pasa a la niña
desde los 7 años, yo sabía que esto iba a reventar por algún lado decía Genaro,
ojalá y Dios bendito no sea grave, aunque le veo mala cara- Ambas personas mayores encanecidas y
envejecidas más aún al instante, con el sufrimiento de la niña, llegaron al
Hospital con el corazón en la boca.
Ese día
de noviembre había pocos pacientes y platicaba yo, con el Dr kadet, un negrote
dominicano bonachón y sabio de 2 metros de altura. Ya experto en urgencias y en
la vida, fue el que atendió a Florcita…
directamente a la camilla, otro dolor intenso aparecía en ese
momento. La chica lloraba y se
retorcía.. Gorda, ancha de caderas, y
abultada de abdomen, parejo con el pecho cuyas protuberancias dejaban recta una línea de sus senos hacia rodillas
tapadas.. ¡vamos, un tonelito!. –
-Por favor, Dr.Glez, ¿quiere salir con los
padres, tranquilizarlos, mientras hablo a solas con Florcita? dijo del Doctor.
- ¿Florcita? me dije al interior…
- Sabiendo
de la experiencia, sagacidad y perspicacia que caracterizaba al compañero,
obedecí extrañado. Salí de la consulta con esos padres que morían en cada quejido de
la niña, - Es solo un momento, les decía, es mejor que
el doctor la examine sin Uds. Ahora sale y les explica o les hace pasar-. la
madre compungida, con un rosario en la mano, el padre de pie, firme, serio,
pálido, ojos hundidos, me oía pero no me oía, con la vista puesta en la puerta
de la consulta..
De
pronto, se abre violentamente la puerta de la consulta 6, el moreno doctor,
preocupado y apurado, que surge por ella
grita a derecha ¡¡ Llaaméénnn a la
Matróna!!. Al frente ¡¡ “a su hija no
le pasa nada, está a punto de tener un niño!!
¡Van a ser Uds. Abuelos! -Silenció
de segundos sepulcral.-
¡Quéeeeeee!
Los ojos del señor se salieron de sus órbitas, las venillas en su cara se
ingurgitaron de sangre, el pelo se le encrespó y se lanzó al cuello del médico. ¡ ¿Cómo me va a decir eso?? si mi niña no sale, si mi niña no tiene ni
novio!. ¡Como me va a decir eso, si mi florcita, es lo mas bueno y bello del
mundo?? El doctor se soltó como pudo de
aquel señor que sin duda estaba endemoniado, terminando la información como pudo, regresando veloz dentro
de consulta, mientras en el alboroto más personal acudía en ayuda. Unos
segundos después se oía el llanto de un
nuevo ser en el mundo, una bebé.
Aquel
Genaro, con los ojos exorbitados e inyectados en sangre, puños cerrados, vomitó improperios sobre la hija tan querida, tan
idolatrada tan solo unos minutos antes, palabras indecibles, irrepetibles salieron por
aquellas fauces del hombre tornado demonio que sentía hundirse el mundo entero
bajo sus pies. Salió raudo a grandes zancadas,
gritándole a su mujer… ¡vámonos! ¿ya no tenemos hija, ha muerto! ¡Vámonos!
¡Cómo vamos a volver ahora al pueblo?! Y seguía caminando a prisa, escupiendo palabras feas. Invadido por la
locura, la ira, la impotencia ante los hechos, que a su entender destruían su
trabajado honor de años.
Antonia le siguió despacio llorando en
silencio… No sabemos en medio de la
noche donde se dirigió. Un par de enfermeras de vocación, siguieron a
la dolorida Madre, le hablaron, la abrazaron, le dieron cariño, le razonaron, y
le hicieron ver con otros ojos lo que acababa de suceder… regresando a donde su pequeña, su linda
florcita que acababa de dar a Luz a una hermosa niña. Se le ablandó el rostro y el corazón, y una
sonrisa leve asomaba cuando se abrazó a su hija, que repetidamente pedía perdón con llanto desconsolado
de arrepentimiento, de felicidad y era
imposible frenar, y ni falta que hacía.
11-03-2017.
Huelva.
Dr. Roberto González G.
Gastroenterología- Endoscopia Digestiva.