MI LUNA SIEMPRE.
viernes, 19 de febrero de 2021
MI LUNA SIEMPRE
lunes, 1 de febrero de 2021
EL QUE QUIERA VER QUE VEA.
Llegué al hospital, en visita no de médico, sino de amigo para ver a uno muy querido y compañero de largo tiempo, que hace 3 días sufrió el envite de la Traicionera, sufrió un Infarto de Miocardio.
Pijama Azul Celeste como el cielo, sentado en sillón reclinable, junto a la cama con sábanas blancas, su apariencia era buena, sus gafas gruesas, metidito en carnes sin parecer obeso, ya estaba perdiéndolas allí, lo percibí ligeramente más delgado, una cosa que uno primero veía en este buen hombre, era su mostacho característico de toda su vida, grueso, negro de extremos enrollados, luego sus anteojos con sus ojos y luego todo lo demás. Plácido, con buen aspecto, no parecía que acababa de pasar un amargo drama, quise ver también su alma tranquila, luminosa, en paz y sonrió al verme.
El es hombre de sonrisa fácil siempre, hoy también. Consciente de lo que había ocurrido recién.
El acudir al hospital tras 2 días de molestias, y tal como fue la secuencia de los hechos y me lo contó, fue parece, y a la vista general, casual o por sentido común.
Yo interpreto que Dios intercepto la llamada de la Siniestra Muerte, quiso que esta buena persona tuviera otra oportunidad, todavía no era su momento y le ha permitido seguir con nosotros.
Durante mi visita, me pareció entender que él había experimentado la frialdad del soplo de la muerte, y había comprendido todo.
Siento ganas de contar esto porque hace varios años, charlando de cosas varias en días de viaje profesional surgió el tema de Dios y sus acciones ante las injusticias del mundo que le achacan . Me negaba el hecho de la fe, la existencia divina y se complacía en que yo pudiera tener certeza y el no.
Le Aconsejé que pidiera con sinceridad profunda y le sería dado, incluso sin pedir le iba a llegar.
Dios nos da la respuesta cuando y como considera mejor. “Te llegará le dije”.
Han pasado varios años de aquella charla, la respuesta ha llegado ahora.
Sé que mi amigo, igual que sintió la fría muerte rondando sus costillares, percibió el calor divino, que lo cubría y le señalaba, que todavía no era su hora.
¡El que quiera ver que vea!.
Yo, hoy me he alegrado infinitamente de que siga con nosotros con más luz en su vida. Y agradezco a mi Dios, por mantenerme en salud.
martes, 26 de enero de 2021
EL VIRUS NOS DESNUDA. Reflexión.
EL VIRUS NOS DESNUDA.
Con la época de pandemia y todo lo que la acompaña, uno no tiene mas remedio que resistir, establecer barreras para que no llegue el bicho asesino, y confiar, cosa que es difícil en los políticos y gestores que dirigen el combate, nuestras vidas han cambiado y seguramente para siempre, probablemente todavía no sepamos cómo y en qué medida.
Ayer supe que una Mujer ejemplar, una Doctora, de esas personas luchadoras, buenas en su vida y en su profesión, de esas que lo dan todo en su vocación de médica, de servir al prójimo, que pocas veces se alteran y siempre tienen una palabra amable, de comprensión y alivio para el que sufre, para el que lo necesita, un gesto de apoyo para el que se lamenta, ánimos para los amigos en momentos bajos.
Supe como digo que había sido infectada por el coronado virus, que la atacó junto a su familia. Todos están bien, ella está bien. Incluso vacunada con la primera dosis el virus le llegó, salió positiva en el test de detección. Y con fuerza y serenidad suficiente aguanta el envite del bicho, pero hay otros bichos a los que no pudo resistir, esos bichos son seres humanos, que haciendo sus labores dentro de un hospital, lo hacen de tal manera que sería justo que en lugar de trabajar en salud, debieran hacerlo en un taller de mecánica, con vehículos de hierro, latas y caucho, con esos no habría problemas, y no estaría yo escribiendo esta nota.
Los animales tienen sensibilidad, y el ser humano todavía más aunque en algunos casos tengamos dudas de que así sea.
Hablé con mi amiga, que se encuentra asintomática y espero que así siga, hasta superar la infección ella y su familia. La vi normal, tranquila por su enfermedad, pero cuando a medida que me iba platicando, me habló de como se sintió tratada, se le encogió no digo el ombligo, sino el alma y sus ojos se humedecieron, sus palabras se entrecortaban, el sonido tembloroso de su voz me indicaba momento delicado no grato, porque a pesar de que todos los que trabajamos con pacientes que pudieran estar infectados, tomemos las medidas preventivas, no deberíamos dejar de tratar a las personas humanamente, sino con más delicadeza aún si cabe, y con más comprensión, sabiendo que gestos o palabras, a veces hacen daño al alma más que el dolor que sientes por la propia herida, u enfermedad.
El dolor físico se resiste mejor cuando no tenemos el otro, sentí pena de percibir como el ser humano deja en ciertas circunstancias de serlo.
Dr. Roberto González G
viernes, 25 de diciembre de 2020
FELIPITO, DON FELIPE. Cuento
Fue a vivir al barrio San Felipe, frente a lo que un día muy lejano había sido la antigua fábrica de vidrio, la calle sin pavimentar era rica en polvo y tolvaneras de cuando en cuando, con nivel inferior a las aceras, no permitía jugar en la calle como si hacía en su pueblo del norte. Eso no lo había visto nunca, ¡ Se oscurecía el barrio y la ciudad, y cuando se formaban aquellos impresionantes remolinos de polvo fino, zigzagueando a baja altura para luego ascender hacia las nubes, llevándose dentro dando vueltas y vueltas, algún perro callejero, gallina o chanchito despistado, le parecía al chico una curiosidad magnífica de magia verdadera y natural, torbellinos mágicos, visión disfrutada por el chiquillo enmascarado con pañuelo azul grande de esos que como toallas servían para secar el sudor que hace en la ciudad, luego corría como los demás a resguardarse a la casa.
Asistía a una Escuelita, cuyo nombre recordaría siempre, "Jose Antonio Montalvan" a escasos metros de la Iglesia de San Felipe, una de las muchas que aún se mantienen en la ciudad colonial. Los conquistadores como todos, suelen dejar su firma, el símbolo de su poder , y en este caso las numerosas iglesias constituían la firma de la iglesia católica, sembraron la ciudad con las casas de Dios, a la vez que dejaban historia y arte, dicen las lenguas que más de cuarenta en esta ciudad donde entregó el alma al creador el poeta universal.
El chico se aclimató y gozó de esa ciudad y de su mar bravo, Poneloya.
Uno de los días, regresando de la escuela, por algún motivo corría hacia su casa, otros se habían quedado atrás. Llegando ya, a unos metros del refugio, sobre la acera propia de repente con el empuje de la carrera se empotró literalmente contra una chica morena de rasgos finos y delicados, media melena, blanca su blusa, a cuadros azulados su falda con paletones, zapatillas negras finas planas, sus ojos, sus ojos eran negros profundos, intensos, Felipito Martinez fue paralizado, levitaba ante la virgen María con toda su luz, su rostro iluminado y paralizado, con dulzura imaginable, su mirada y todo él fijado como si de un cuadro de Zurbarán se tratara, admirando a la chica del encontronazo, y así sintió por dentro.
Quedó conmocionado con el encuentro, sintió por primera vez en su corta vida una sensación rara, la lengua se le secó como en desierto, se le vació el estómago, su corazón galopaba, sumido en silencio mientras la veía alejarse hasta que desapareció en la distancia.
Felipito entró en un estado de alelamiento inexplicable, a sus familiares que lo vieron entrar en casa como raro, como agitado sin estarlo, con comportamiento no habitual, les llamó mucho la atención, él comenzó a soñar, sueños felices debían ser porque sonreía a menudo sin venir a cuento, se había vuelto bobo, y cuando le preguntaban, no sabía responder pero sonreía y sonreía con expresiones felices. Los adultos de la casa, lo miraban raro y centraban sus ojos siempre en él y procuraban saber los motivos de esa felicidad. Con los días se cansaron y dejaron de ponerle atención y preguntarle, pero tiempo más adelante terminarían sabiendo porqué, aquel cambio... y se lo decían cantando, "Felipito está... Felipito está.... " y reían. A él no le importaba, solo soñaba despierto.
A medida que pasaban los días, la chica al pasar le sonreía bonito y el Niño también lo hacía con timidez, no le permitía a sus ojos parpadear cuando ella estaba pasando, esos ojos felices parecían engrandecerse y penetrar el alma de la adolescente quinceañera. Uno de los días habló y le dijo; Adiós, y él, feliz respondió Adiós, sintiéndose como un paloma que en vuelo bajo, le infundieran vida, fuerza, elevándose más y más hacia las alturas, su vida era bella, vida que se llenó interiormente con ese Adiós al pequeño protagonista.
Ahora ya mayor Don Felipe, de caminar lento, ajada su piel con el cabello débil, blanco-gris deslustrado, enfilando el otoño, y rumbo al invierno y final de su existencia, cada año sintiendo como aquel niño que fue, que anduvo las etapas de su vida por diversos caminos, y por fin percibiendo cercano el punto de alzar el vuelo definitivo, cada vez que regresa a su tierra, vuelve a su León querido y busca y busca...por las calles del barrio, por las calles de la ciudad el milagro de encontrársela...
domingo, 13 de diciembre de 2020
Buen Día, mal día.
Dr. Roberto Gonzalez G.
Huelva13-12-2020
sábado, 12 de diciembre de 2020
CHARLA ENTRE MÉDICOS.
CHARLA ENTRE MÉDICOS
Era un día feo, nublado y llovía a ratos por la ciudad de Sevilla de los años 90, yo ya estaba dentro del hospital en día de guardia, 24 horas por delante, uno se siente mejor dentro que fuera.
Creo recordar que era día domingo, y ya pasando las horas matutinas se iban quedando vacías habitaciones y pasillos de gente visitadora, el trabajo habitual en una planta de hospitalización se había hecho con tiempo, gusto y empatía, todo el personal que se hallaba por ahí, estaba relajado, con buena disposición siempre.
Los médicos de guardia, llegado el medio día y poco más, habían tomado su almuerzo en el gran hospital, muchas mesas, en amplio comedor, bandejas, comidas en autoservicio, charlas entre médicos, charla entre amigos… y fue tras el café que solíamos tomar posteriormente ya en cafetería, que cada uno buscó, buscaba su ubicación, estar dispuesto si surgía algo, o bien ocupaba el tiempo sin trabajo a leer cualquier cosa, repasar historias, etc etc…
Quería yo conversar sobre algo que rondaba por mi cabeza desde hace algún tiempo con mi amigo el Dr Muñóz, Oncólogo, profesional de amplia experiencia y conocimientos… frisaba los 50, en pijama verde lo vi fugaz en el comedor, ahora lo encontraría en su despacho.
El tenía las cosas claras en cuanto a la relación con los pacientes, con cáncer, en aquello de que “si deben saber los hechos realidades, o no deben saber con exactitud”. Y precisamente sobre ese tema quería preguntarle su opinión, su pensar. Al ir a entrar a su despacho, se abrió la puerta y salió un varón alto, de unos 67años más o menos, con escaso pelo grisáceo, adherido a las sienes, pálido, triste, compungido, con pijama celeste de la institución, caminaba lento como si sus miembros fueran de plomo, parecía arrastrarse mas que caminar hacia la habitación 607, la de su ingreso pocos días antes en la sexta planta del Hospital grande, acababa de recibir la peor noticia de su vida.
Si, si, esto Dr. -me decía-, se viene haciendo desde hace muchos años en los Estados Unidos de América, y se tienen mejores resultados, los pacientes al conocer su situación colaboran mucho mejor en su tratamiento y su actitud ante la grave enfermedad es mejor, su lucha más consciente, que lo sepan todo desde el principio es lo mejor para ellos.
No conozco las características de los pacientes o personas que viven en Norteamérica, me imagino que son más prácticos y que buscan mucho y primordialmente el bienestar económico y físico también, no lo sé, pero Dr Muñoz, aquí en España, ¿ la población cree Ud. que está preparada para ese tipo de actitud médica, y que responden de igual manera o similar ? ...
Así iba la conversación con el Dr Muñóz, sin lograr convencerme del todo por detalles de la individualidad de la persona y tipo de sistema sanitario que se tienen en distintos países, etc.etc… cuando casi al despedirme, sonó un brutal golpe seco fuera del despacho, abrimos la puerta y muchos de blanco corrían, otros ya asomados a una de las ventanas que da a la calle. Voces mezcladas… No lo vi venir… Yo que iba a pensar… y ¿estaba solo? Nunca imaginé... Nadie daba respuestas, …. ¿Ya avisaron? Si, se oyó una voz más firme. Todos reflejaban sorpresa e incredulidad, estupefacción… Todos con aspecto de sentir dolor de ánimo.
Cuando por fin logré asomar mi cabeza por la ventana distinguí lo que parecía un cuerpo con ropa azul celeste con machas rojas irregulares... la 607 quedó vacía.
Dr. Roberto González G
Huelva 12-12-2020
sábado, 28 de noviembre de 2020
EL GUAPOTE DE HODGSON. Cuento
" El GUAPOTE DE HODGSON".
El otro día recibí una llamada desde Rio Blanco, departamento de Matagalpa, en el Norte de Nicaragua, tras la sorpresa recibí la voz desde la montaña, detrás de la voz vi a Hodgson.
Hodgson es un familiar adoptado, no de sangre, él se gano el puesto dentro de la familia desde que yo tengo uso de razón, ya les hablé de él en una ocasión, se trata de Hodgson, aquel hombre flacucho de estatura media, color moreno, renegrido, no negro y pelo murruco, ya pintando canas, que habiendo pérdido el ojo derecho en un desgraciado accidente en su adolescencia, había aprendido a vivir con humor y humildad, y mucho aprendió Hodgson de la vida, me atrevería a decir que más que si hubiera tenido los dos ojos.
Este fue quien me enseño a manejar autobuses de pasajeros, este me arreglaba las maletas estropeadas, la radio que no funcionaba, pintaba la casa cuando era requerido y lo hacía muy bien, tan bien que no nos cobraba, somos familia. En una ocasión en un paseo familiar a Pochomil, no quería meterse al mar, y toda la chavalería y no, se metió a disfrutar mientras él se quedó al resguardo de las chancletas y chinelas de hule en la orilla, luego se movió del lugar y para asegurarse que no se las robaran, las enterró bajo la arena. Cuando regresamos fuimos con Hodgson a buscar lo guardado, él corriendo alegre, nos condujo al lugar del entierro, pero claro, la marea había subido y todas andaban libres sobre las olas del mar, con disgusto de los afectados que terminamos descalzos para el resto del día.
Este mismo fue aquel que no más decía “ Un brinquito para el señor” cuando un pastor amigo lo invitó a un celebración, allá en un polideportivo de Rio Blanco, y sin anuncio previo lo dejó en la tarima con el aforo lleno para dirigiera unas palabritas a los hermanos en cristo, más de 100 personas campesinos, hombres, mujeres y niños de la zona. La gradería a rebosar con gran colorido y ruido alegre. Luego todos en silencio esperaban…
Tras el apuro inicial de la trampita sorpresa que le obsequió el pastor, se recompuso, tomó el micrófono, y aunque le temblaban las canillas, y los segundos se le hicieron eternos, por fin se le ocurrió la brillante idea de comenzar pidiendo un “brinquito para el señor”…, el público gritó Amén, y saltaron todos juntos dando un brinquito para el señor… Eso tranquilizó a mi pariente, y viendo el resultado de su mensaje, y todavía sin poder articular un discurso, repitió la frase “ Otro brinquito para el señor” y la gente a rabiar volvió a gritar “Que Así sea”, y volvió a dar otro brinquito para el señor… siguió entreteniendo cada vez más a la alegre y alborotada concurrencia que reía y carcajeaba, celebraban la fiesta cristiana, Alegría, paz y armonía les procuró Hodgson durante al menos 20 minutos, hasta que el pastor acudió en su auxilio. Jamás había yo visto a ningún artista al que le prodigaran tanto aplauso y tanto entusiasmo.
Bueno pues en esta llamada teléfonica del otro día, Hodgson me contó como iban las cosas por la montaña, como estaba y estaba la familia, que allí a pesar de las noticias todo seguía normal, y para no ir más lejos, me dijo; fijate Robert que el otro día, el domingo, me fue a buscar el chino Hankings, quería que fueramos a bañarnos a la posa del chivo, recodo del río, que fueramos a comer pescado al río. Vos sabés que somos amigos de toda la vida, no me le pude negar… Él iba preparado, allí había vuelto a nacer pescados de forma abundante, no como en época de la guerra, dicen que por arte de Doña Rosario, a mi no me hagas caso, eso dicen aquí en Rio Blanco, el asunto Robert es que llevaba varias botellas de Kola Shaler selladas con arena y polvora, y ya puesto en el sitio, vi con admiración que era un maestro en ponerle mecha corta y explotarlas dentro del agua.
Como te digo, era domingo y hacía calor, dejé mis anteojos oscuros y ropa hecha un rollito al borde del árbol, y efectivamente hombré, me animé y me lancé al agua yo primero a recoger los pescados que subieron tras la explosión, subidos como sobre el chorro de una burbujeante fuente, atontados, aturdidos todos, vos vieras el pescaderío dentro.
Yo buceaba y buceaba viendo el cuadro, bonitos colorines Robert, bonito tanto pescado en el agua esperando a ser recogidos por mis manos, y en eso estaba emocionado cuando sentí que algo se me había desprendido de la cuenca del ojo, me preocupé y busqué, busqué y busqué… Pero no encontré ya nada.
Subí a la superficie casi ahogado de tanto aguantar sin aire, triste y arrecho. El chino me esperaba a la orilla, ¡Idiay, Idiay Jodido! me tenías preocupado, le expliqué lo sucedido sonriendo y a carcajadas el bandido me dijo; No te preocupés, yo voy a buscarlo, se tiró al agua como un consumado nadador y buceó, buceó y buceó, a los minutos, salió catapultado hacia arriba con dos hermosos guapotones en ambas manos y me los tiró a la orilla, yo los ví claritos y en cámara lenta seguí su dirección hacia mí, me elevé de donde estaba y en el airé pude agarrar uno con mi mano derecha, le apreté fuerte para que no escapara y al hacerlo sentí dentro una fuerte alegría, y digo yo que me brillaría lindo mi ojo, al ver salir por la boca del guapotón el ojo que yo había perdido dentro del agua.
-Le dije; hombre Hodgson sé serio, sé serio, ¡solo sos babosadas!
-No Robert en serio fijate que eso me pasó, yo cuando volví a ver mi ojo, me sentí feliz con mi ojo de cristal recuperado. Bueno pues nos vemos...¡Ay te llamo para Navidades!.
Huelva 28 de Noviembre de 2020.
Dr. Roberto González G.
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