domingo, 25 de diciembre de 2016

NO ERA LA MARILYN.- Cuentos de Médico



La semana pasada salía en busca de la parada de autobús para dirigirme al hospital. 
Acercándome ya al lugar, de pronto de forma inesperadamente automática y decididos mis ojos, se fueron detrás de una que pasó… en ese instante hecho  infinito , regresó a mi memoria  un recuerdo del pasado…  cuando estudiante  de medicina, compartía apartamento con dos compañeros más. 

Uno de ellos,  poeta y no médico.  Hombre sabio, amante de los placeres de la vida y de la poesía donde los hubiera, nos torturaba por reiterativo,  en ocasiones por las tardes  mientras  nosotros le dábamos duro a la anatomía y  fisiología.  Él, moreno, cara redonda, pelo rizado, de gafas gruesas, ya profesor universitario, con un papel en la mano, caminaba despacio por el pasillo, una y otra vez,  echando la cabeza hacia atrás como si estuviera recostada en algo, y cerrando los ojos doblemente tapados, por los párpados y las anteojos de gruesa lupa  recitaba de memoria :
“ Los ojos se me fueron detrás de la morena que pasó…..”
“Los ojos se me fueron detrás de la morena que pasó….”
Y aquella cancioncita más que placer de escuchar de una sola vez el Inconstante, nos producía tortura, pues estábamos de exámenes.  Ante las protestas, el sabio, callaba para luego de unos minutos volver…
 “ Los ojos se me fueron detrás de la morena que pasó……”
Hoy transcurridos más de 30 años, sigo viendo y escuchando a mi amigo y compañero, recitando, aprendiéndose el poema del chileno inigualable.   “Los ojos se me fueron detrás de la morena que pasó….”

Pero en esta ocasión aquello me vino,  porque ahora era a mí, que se me estaban yendo los ojos detrás de una bella que pasó… se me fueron los ojos detrás de una bella que pasó… me pareció digna modelo  femenina de un gran  pintor colombiano.    Aligeré el paso, corrí hacia el bus que se me la llevaba, y no quería, yo no quería que se la llevara.   Fueron fracciones de segundos, en que su visión, hizo  que se me fueran  los ojos y el corazón.

Ella era rubia como la Marilyn, pero no era la Marilyn, su cabello dorado como los oros, formaba ondas, como los de la propia rubia de Hollywood y del mundo, pero no era ella.   Su cara blanca como la nieve, que hacía pensar en su origen divino, era traída a un primer plano por sus labios rojos perfectamente delineados, intensos, que eran una incitación a la devoción, la ensoñación y el pecado.  Sus cejas finas oscurecidas ligeramente arqueadas delimitaban unos párpados celestes cielo, que mostraban solo apenas, los ojos con  expresión romántica y sensual, cuya mirada no pude evitar, ni quería…  De sus orejas pendían dos perlas blancas,  pero era el lunar negro, bellamente colocado por la naturaleza en mejilla izquierda, cercana a los labios encarnados, lo que ponía el punto sublime.      ¿  Y su media sonrisa?    ¡Ay su sonrisa, ligerísima ligerisima!  Todo era mágico en ella, envolviéndote como te pudiera abrazar un ángel con su aura y ascenderte a los cielos.

Todas las miradas se dirigían  hacia ella, y nada más que a ella.
Sentada ella en la parte posterior, última del autobús, vestía de blanco satén,  exacto al de  Marilyn Monroe, en aquella excepcional y única escena donde la diosa rubia ponía sus pies  sobre las rejillas en el suelo, bajo la cual  pasaba el metro y expulsando el  abundante aire,  levantaba su delicado vestido mostrando lo que todos ustedes recuerdan  perfectamente.   Pues ese, sí, ese vestido adornaba a esta bella de aparición mágica, pero ella no era por supuesto la Marilyn.    La imaginación suplía lo que a los ojos le faltaba para  ver m ás allá de lo que aquel escote perfecto  negaba, haciendo suspirar.  

Aquello fue como un irse de este mundo, desapareciendo toda sensación ajena a la visión de aquella mujer que parecía Marylin, pero no era Marylin.  El vestido impecable, impoluto, perfecto para la mujer bella, no terminaba en la rodilla, sino unos centímetros más arriba, dejaba al aire y a la vista de afortunados, unas piernas dignas de sostener aquel cuerpo hermoso,  que obviamente habían sido hechas tal para cual…   hubo un momento que su mano derecha blanca y suave imaginada como el tacto de un osito de peluche, la dirigió a su oído derecho,  ahuecando los dedos, acarició la perla blanca, produciendo en su imagen  un toque finamente exótico y lascivo.

No llegué a tiempo, ya casi a punto…   cuando el autobús arrancaba yéndose.   Viendo  con pena, como aquella imagen de la mujer que se llevaba mi alma, se alejaba sin remedio, dejándome petrificado , agudicé  la mirada para lograr seguir observándola  hasta que ya no fue posible. 

Me quedé  a las puertas del cielo… Regresé cabizbajo a la tierra.    La  tuve a pocos pasos y se esfumó…   Y  llegó la noche, y con dificultad me dormí,  y luego soñé….


La mujer de las que les hablo, rubia ella, hermosa ella,  de obesidad que enamora, la volví a ver pocos días después,  en  el mismo cartel publicitario, que cubría la parte trasera de otro autobús, anunciando la navidad con una botella de champán.


Hcuelva, 25 de Diciembre de 2016,

           Dr. Roberto González G
Gastroenterología-Endoscopia Digestiva.

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