Qué raro me dije al ver a una Alondra, picotear el cristal de mi ventana.. suelen aparecer no en las ciudades , y mas avanzada las horas sobre la mañana, y cantan maravillosamente como si estuvieran siempre en primavera, pero ésta, no lo hacía y no se espantaba, estaba allí, quieta picoteando el cristal… levantaba su cabecita y miraba hacia el interior, al frente, con cabeza alzada. Aquel pequeño pájaro, vestido con plumas delicadas de tonalidades marrones y suaves grises, alguna pincelada amarilla bordeando a otra negra alrededor de sus ojos, patitas finas aristocráticas, mirada vivas pero triste, erguido el pecho, y con un piquito lindo, bello, estaba por increíble que parezca, llamando a mi ventana.
Su tristeza era notoria, y se me vino a la mente aquel poema del gran Darío, “la princesa esta triste,” ¿ qué tiene la Princesa? Aquel quejido del alma, no disminuía un ápice su impresionantes belleza. . Estuve un rato acomodado observándola, escuchando los pequeños gorjeos, cortos, no canto, como si estuviera platicando conmigo. ¡Qué locura dije!, ¡No puede ser!… pero por otro lado yo sabía de fenómenos así, habían ocurrido antes, se me venia a la mente Pigmalión, el famoso escultor que como no encontraba una mujer que cumpliera todos los requisitos que él deseaba, creó a la mujer perfecta sobre mármol, solo le falta hablar, se decía así mismo cuando pasaba largas horas con ella en el taller de escultura, y gracias a su amor, cobró vida la estatua a la que puso por nombre GALA.
¿Por qué, pues este bello Pajarito, no es un encantamiento? . Y la escuche atentamente. Mi estómago se puso en una forma no acostumbrada desde hace tiempo. Fue así que supe que la tierna y bella Alondra, no era feliz, su corazón estaba herido, deshilachado, heridas abiertas aún sin cicatrizar. Pensé con su historia, que aquella pequeña Alondra, era mas fuerte de lo que ella pensaba, y me propuse hacérselo ver. Sufrí una mezcla de sentimientos al verla y escucharla.
Quise abrir mi ventana para darle cobijo, pero por alguna extraña razón entonces inició vuelo, con mi ventana abierta, se mantuvo revoloteando a unos metros como si temiera que yo la atrapara y no la dejara regresar a su nido, o quizás me analizase para futuros vuelos.
Estuvo unos minutos en el aire, viéndome fijamente, y me pareció ver una chispa de alegría en su mirada… imagine la sonrisa de una mujer a través de la pequeña y delicada alondra, cuantas alondras habría queriendo salir, volar hacia nuevos horizontes, salir definitivamente de sus nidos, pensé-. Y desapareció en el horizonte… quiero pensar que volverá a cantar como solo ella sabe hacerlo cada mañana, cuando recupere su felicidad y quizás solo quizás yo pueda verla y oír su canto.
El zumbido del teléfono me despertó, eran ya avanzada las 9 de la mañana, miré la ventana aturdido, e inicié el camino a la ducha y a un nuevo día primaveral.
Huelva 28 de Enero 2016.
Dr. Roberto González G.
Gastroenterología-Endoscopia Digestiva.
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