PLATÓNICO. ¡Puro cuento!
Aquello fue la primera cosa bella que sintió el chico de 15 años que caminaba por la calle principal de la ciudad de país centroamericano, personas diversas de distintos niveles sociales la recorrían en un sentido u otro, iban y venían, era la calle una pasarela, no había más, buen en realidad existía otra paralela pero esa gustaba menos, rótulos pequeños, grandes, con letras grandes de colores diversos, sorbeteros con su carretón pintado de colores llamativos vendían sorbetes en cartuchos, estratégicamente aparcados en algunas esquinas, que eran parte también de la fotografía entrañable de la ciudad ya centenaria, esta ruta dinámica era la escogida por transeúntes, para ir para arriba o venir para abajo, Carros y taxis subían desde abajo por ella, circulando con lentitud como el tiempo de la ciudad, con lentitud para observar mejor y pescar clientes, pasajeros acomodados que no se extrañaban de montarse y apretarse con el que había abordado antes por el camino, aunque empujadito y media nalga sobre la otra de al lado… A todos les gustaba caminar por ella, tiendas, salas de juegos, oficinas, ropa, zapatos, electrodomésticos, cablerío eléctrico suspendidos sobre la calle, como colgando del cielo, no se notaba a simple vista, salvo elevaras la mirada o vieras hacia el horizonte en perspectiva.
Ya había andado casi la mitad del largo camino( la Calle es larga y recta) cuando la vio en la puerta de la tienda ferretera desde la otra acera, se vieron al compás, fue fugaz y brillante como el rayo, intenso, ella añadió sonrisa dulce con benevolencia, ¿habría sentido que el chico que caminaba por la acera de enfrente sintió movérsele el tapete al verla?.
Se sabía bonita capaz de despertar a cualquiera, pero él no era cualquiera, era la primera ocasión en que sintió aquello que también lo desconcertó y no supo reaccionar, se sonrojó por dentro y por fuera, aquello nunca había sido percibido en todo su ser, como la apertura de una rosa, a como pudo, segundos eternos, siguió caminando…
Luego ya no paró, todos los días pasaba por el mismo lugar a distintas horas, por si la encontraba apoyada en el quicio de la puerta viendo pasar gente y carros, como distracción de momentos de hastío en tarde del pueblo pequeño. Algunas veces coincidía y otras No, y siempre que se producía coincidencia, se producía magia. Ella desde enfrente solo sonreía. El día que no coincidía, era un día gris, un día triste y en su pecho habían ansias de que acabara pronto y comenzara otro nuevo para volver a pasar esperanzado en encontrarla, volverla a ver era su ilusión, mirarla aunque fueran solo unos segundos, aunque no dijera nada, aunque solo dejaran las miradas saludarse en fugaz instante pero que llenaba su alma, aquello se convirtió en costumbre y se “pusieron de acuerdo” o el juguetón de Cupido hizo posible, pues con el paso de los días coincidían siempre, generalmente sobre las 3 de la tarde, se tomaron su hora, uno de los días se vino sobre la misma acera sabiendo que estaría como todos los días, se desencajó su cuerpo y su alma, temblón, no pudo resistir la mirada de aquella joven morena, de buenas proporciones, una princesita encantada por esa sonrisa luminosa que hacía una cara feliz, fina, no era alta, tampoco baja, quizás un par de años menor, cabellos negros azabaches lisos, cortado rectos, caían bordeando su cara fina, negras cejas que enmarcaban sus negros ojos, cutis moreno con discreta palidez ligeramente aceitunada, su ropa y calzados siempre sexi de vivos colores. Si alguna vez he visto algo bello se decía el chico, esta la primera vez al ser más bello del mundo, no, de su universo y lo sentía.
Con el paso d e los días pudo encontrarla en diferentes lugares de la ciudad, y siempre se producía el mismo ritual de encuentros de miradas, había sido cobarde y ninguna de las veces que tuvo oportunidad, se atrevió a acercarse y hablar…
El tiempo inexorable ni siquiera disminuyó su velocidad, -eso solo se producían en los momentos mágicos-, él abandonó la ciudad, su destino lo había decidido de esta manera, y marchó fuera de su tierra, sus anhelos y sus ansias, fuera no solo eran generados por la vuelta al terruño, algo también tenía que ver con aquello que ya se puede decir, enamoramiento, regresaba a ella año con año por periodos cortos. Se fue haciendo mayor, el tiempo y la vida variaron el panorama encontrado en la ciudad y siempre al regresar al día siguiente de su llegada, volvía a caminar por aquella calle central, y se reencontraban con ojos de sorpresa,-seguramente por el tiempo ausente- sonrisa de saludos sin sonido alguno, año con año, y así pasaron muchos.
En una ocasión de las visitas la encontró ya a la sazón contaría ella unos 37años, en un restaurante, local de musica y copas… y como siempre que la vio y se le hincharon sus pulmones, suspiros silenciados, lindísima, vestía en esta ocasión de tirantes sin mangas, color marfil tupido de flores multicolores, corto como siempre gustaba verse, un palmo por encima de las rodillas, sandalias veraniegas marrones de pequeño tacón, ribetes dorados, permitía ver unos pies, con uñas en rosa suave, pequeños delicados. La acompañaba un hombre, lo cual no despertó ningún sentimiento que no fuera el que experimentaba siempre al verla desde tantos años atrás, no miraba nada más que a la protagonista de sus sueños, no sentía más que los sentimientos despertados con su presencia. Se miraron, se reconocieron, ojos de sorpresa contenida hablaron, ahí estaba a solo una mesa de por medio, el corazón del que fue chico y ahora andaba por los 40, latía de prisa, porque tenía el impulso de no quitar la mirada, en los siguientes segundos iba a sentarse a su lado y hablarle, cantarle su amor y su alegre esperanza, mostrarle el placer que producía el solo verla, placer de enamorado que recibía como regalo de Dios o la casualidad. Ella lo percibía todo, ya lo tenía localizado y a cada momento se reencontraban las miradas, y sonreían discretos. Hubo un momento en que el hombre que estaba sentado con ella se levantó dirigiéndose al cuarto de baño, despareció del local y del mundo, fue el momento que hizo el impulso de levantarse y acercarse a la mesa de su amada, bajo aquella atenta mirada y sonrisa juguetona… Pero una mano fuerte de hombre lo detuvo y le habló así: No, no Hombre, no vayas, te vas a meter en problemas, esa mujer no vale la pena, ese hombre es un malcriado, matón de finca y anda bebido, no vale la pena el riesgo… -.El amigo inocente de los sentimientos del enamorado de larga data-. Finalmente agradeció al compañero el aviso y volvió a sentarse con cierto disgustillo, ella hizo un gesto de extrañeza con ojos limpios enamorados, juguetones-… en eso aquel hombre regresó y todo volvió a ser como antes de encontrarse.
Aquella noche fue inolvidable para nuestro loco enamorado y se sentía feliz, habían conversado las miradas, tras décadas del primer encuentro. Pronto el seducido y flechado corazón volvió a abandonar la ciudad. Aquella vivencia la mantuvo presente durante largo tiempo, soñando con una próxima ocasión, y un día de algún año que regresó, volvió a caminar por aquella larga calle animada pero no la vio, ni ninguno de los demás días que estuvo, no volvió a verla nunca jamás.
Cuando preguntó con nombre y apellidos, le dieron razón de que había muerto unos meses antes de él llegar. Lo sintió profundamente, se le nubló la visión, se le cayó el cielo encima, los días que siguieron a la noticia fueron grises, largos días sin Sol, tristes muy tristes…
Desde lejos aún piensa en ella, la ve en los cielos con aquella sonrisa con aquella imagen congelada de juventud, y piensa “ y si hubiera otra vida, y si supiera que la amaba, y si supiera que anhelo volverla a encontrar, y si la encontrara al morirme, y si supiera que la amo todavía”.
Sevilla. 6 de septiembre.2024
Dr. Roberto González G
Gastroenterólogo.
Endoscopia Digestiva.
